Editor’s note: The Spanish translation of this column appears below the English.
During this holiday season, we often hear the comment that Christmas is for children. Certainly, the gifts, the tree, Santa, and the festive decorations do provide a magic moment for our little ones. But is there something for the rest of us?
Christmas evokes powerful memories, feelings and hopes in each person. It speaks to us of deep yearnings for home, family, friendship, unity and peace. Every year, we seem to look to our Christmas celebrations to fulfill those desires. Yet, after an exhausting month of shopping, decorating, sending out cards, parties, cooking and baking – trying to have that perfect Christmas – what will December 26 hold for us? What will all of these activities and festivities, good as they may be, have gotten us?
The Mass readings for Advent call us to a different way of spending the next four weeks; they invite us to seek the deeper meaning of this season. We hear, “Be prepared! Wake up! The Lord is coming!” It is not just a call to get ready for Christmas and to recall Jesus’ birth 2000 years ago. Nor is it just a call to prepare for Jesus’ return at the end of time. It is more direct and immediate: Be alert for His coming here and now!
Sometimes, we seem to live our lives half-asleep. We are so busy – fulfilling our obligations, dealing with our problems, enmeshed in the details of family, work, school and relationships – that we can miss the coming of the Lord and fail to hear His voice offering to show us the way. Only the Lord is the way, truth and life that leads to the true peace, lasting joy and deep fulfillment we all desire.
So in the month ahead, while our culture says, "Get busy," Advent calls, “Slow down!” and intentionally seek an encounter with Jesus. Just as certainly as the Lord came to us – born as a child in Bethlehem, so Christ wants to come to us now, that we might meet Him and know His guiding presence in our lives.
Advent is the season to make room in our lives to recognize the many, often hidden ways that Jesus can come to us. He comes at Mass, especially in Holy Communion, as well as in Eucharistic Adoration. We experience Him in the sacrament of Reconciliation as we receive His healing and forgiveness. He comes in our prayer – whether in solitude or joining with others – allowing our hearts to speak to God and our souls to listen to His words. He reveals Himself to us in the Sacred Scriptures (the Mass readings for Advent are particularly beautiful). He comes in the presence of our loved ones, friends, co-workers and classmates – in those moments of concern and caring, but also in the moments of forgiveness, when we turn our swords of conflict and resentment into plowshares of reconciliation and healing.
And as He so often told us, Jesus comes to us in the needy and poor, when we see them as more than statistics or a bother, but truly as brothers and sisters deserving of our care and compassion. With the economic struggles so many are facing this year, families and individuals will be feeling the squeeze more intensely during this season. Catholic Charities, the St. Vincent de Paul Society and your parishes will offer many opportunities to provide assistance and express our faith in works of service and charity.
If we want to know what Christmas really means for us, then maybe we have to spend this Advent doing less, taking more time for prayer and reflection, and making a greater effort to care for others – starting with our families. It is very easy to get so wrapped-up in the artificial lights of this season that we can forget the true light – the light of Christ, which alone can fulfill our hopes and expectations.
This Advent and Christmas, let us ask Christ to help us clear away the things that distract and clutter our lives, that lead us away from a deeper relationship with Him and with others. If we do, then Christmas will be more than just a sentimental remembrance, but will be a profound celebration of the mystery of Emmanuel – God who is with us.
Durante esta temporada navideña, a menudo oímos el comentario de que la Navidad es para los niños. Ciertamente, los regalos, el árbol, Papá Noel, y las decoraciones navideñas nos brindan un momento mágico para nuestros pequeños. ¿Pero hay algo para el resto de nosotros?
La Navidad evoca memorias poderosas, sentimientos y esperanzas en cada persona. Nos habla de anhelos profundos por el hogar, la familia, la amistad, la unidad y la paz. Cada año, parecemos buscar en nuestras celebraciones de Navidad la realización de aquellos deseos. Sin embargo, después de un mes exhaustivo de compras, decoraciones, mandar tarjetas, fiestas, cocinar y hacer repostería — tratando de tener esa Navidad perfecta — ¿qué nos traerá el 26 de diciembre? ¿Qué nos brindan, por muy buenas que sean, todas estas actividades y festividades?
Las lecturas de las Misas de Adviento nos llaman a una forma diferente de pasar las próximas cuatro semanas; nos invitan a buscar el significado más profundo de esta temporada. Escuchamos, “¡Estese preparado!” “¡Levántese!” “¡El Señor está viniendo!” No es solamente un llamado para prepararse para la Navidad y para recordar el nacimiento de Jesús hace 2000 años. Tampoco es solo un llamado para prepararnos para el retorno de Jesús al final de los tiempos. Es más directo e inmediato: ¡Estese alerta por Su venida aquí y ahora!
A veces, parece que vivimos nuestras vidas semidormidos. Estamos tan ocupados – cumpliendo con nuestras obligaciones, ocupándonos de nuestros problemas, enredados en los detalles de la familia, el trabajo, la escuela y las relaciones – que podemos perdernos la venida de nuestro Señor y no escuchar Su voz al ofrecer mostrarnos el camino. Solo el Señor es el camino, la verdad y la vida que lleva a la verdadera paz, la alegría perdurable y la profunda satisfacción que todos deseamos.
Entonces en el próximo mes, mientras nuestra cultura dice, “Ocúpate,” el Adviento llama, “¡Cálmate!,” busca intencionalmente un encuentro con Jesús. Tan ciertamente como el Señor vino a nosotros – nacido de niño en Belén, también Cristo quiere venir a nosotros ahora, que Lo podríamos encontrar y reconocer Su presencia conductora en nuestras vidas.
El Adviento es la temporada en la que se hace lugar en nuestras vidas para reconocer la muchas, formas a menudo escondidas en que Jesús puede venir a nosotros. Él viene en la Misa, especialmente en la Santa Comunión, y también en la Adoración Eucarística. Lo experimentamos a Él en el sacramento de Reconciliación al recibir Su sanación y perdón. Él viene en nuestra oración — en la soledad como también en reunión con otros — permitiéndole a nuestros corazones hablar con Dios y a nuestras almas a escuchar Sus palabras. Él se nos revela a Sí mismo en las Sagradas escrituras (las lecturas de las Misas de Adviento son particularmente bellas). Él viene en la presencia de nuestros seres queridos, amigos, compañeros de trabajo y compañeros de curso — en esos momentos de preocupación y cariño, pero también en los momentos de perdón, cuando dejamos nuestras espadas de conflicto y resentimiento en las rejas de arado de la reconciliación y la sanación.
Y como Él nos ha dicho tantas veces, Jesús viene a nosotros en los necesitados y en los pobres, cuando en vez de verlos como una estadística o una molestia, los vemos verdaderamente como hermanos y hermanas que son merecedores de nuestro cuidado y compasión. Con las luchas económicas que tantos están enfrentando este año, las familias y los individuos sentirán la escasez más intensamente durante esta temporada. Las Caridades Católicas, la Sociedad de San Vicente de Pablo y sus parroquias ofrecerán muchas oportunidades para proveer asistencia y expresar nuestra fe en trabajos de servicio y caridad.
Si queremos saber lo que realmente significa la Navidad para nosotros, entonces es posible que pasemos este Adviento haciendo menos, tomándonos más tiempo para la oración y la reflexión, y esforzándonos más para cuidar a los demás — comenzando con nuestras familias. Es tan fácil envolverse en las luces artificiales de esta temporada que podemos olvidarnos de la luz verdadera — la luz de Cristo, que sola puede cumplir nuestras esperanzas y expectativas.
En este Adviento y Navidad, pidámosle a Cristo que nos ayude a eliminar las cosas que distraen y embarullan nuestras vidas, que nos desvían de una relación más profunda con Él y con otros. Si lo hacemos, entonces la Navidad será más que solo un recuerdo sentimental, sino que será una celebración profunda del misterio de Emmanuel — Dios quien está con nosotros.