Catholic sporting: Give the best of yourself – Deportividad católica: Da lo mejor de ti

By Bishop Joseph M. Siegel

Special to The Message

Editor’s note: The Spanish version of this article appears below the English.

Nota del editor: la versión en español de este artículo aparece debajo de la en inglés.

Our Catholic schools are a great blessing to our diocese. Over the past five years, I have been blessed to celebrate Mass with many of our school communities and look forward to celebrating with the rest over the coming months.

Catholic schools have the mission to form students in a holistic way. We strive for academic excellence, anchored in our Catholic faith, and provide opportunities for character development through the school curriculum and various extracurricular activities. One opportunity for such personal and social growth is our sports programs. Knowing how seriously we can become involved in athletics, I share the following reflections for all of us, athletes and spectators, to give the best of ourselves and to witness to Christ through our participation in these events.

Sports are a tremendous way our young people can realize their potential, share in teamwork, grow in maturity and foster lasting friendships. They are an opportunity for them to give the very best of themselves toward a higher purpose. In this way, sports provide a mirror to the life of faith in which we are called, as St. Paul said, to fight the good fight, finish the race and keep the faith (Cf. 2 Timothy 4:7).

Sports also provide an opportunity for those supporting them, encouraging them to give all they can for their team. In this way, we too, as fans, need to give the best of ourselves. We need to offer our encouragement in their efforts, fitting praise in their success and proper consolation in defeat. All of these circumstances provide an opportunity for growth that help our young people to learn and mature into adulthood. Again, sports provide a mirror, allowing us to see how we can also encourage, praise and console our young people as they grow in faith and become faithful disciples of Jesus Christ.

There is another level of sportsmanship that deserves our attention. Our faith is never detached from the witness we offer to others. Anytime our Catholic sports teams compete, it is an opportunity to witness to what I have said above: that sports mirror faith and are an opportunity to give the best of ourselves. It not only creates scandal when Catholic Christians say and do things that are inappropriate; but perhaps more importantly, we miss a precious opportunity to witness our faith in a way that is so accessible to others: simply by showing respect and common decency to all others, whether to those on our team or on the opposing team.

To players and fans alike, I urge you: Give the best of yourselves! Compete, and do not taunt. Cheer, and do not demean. Support, and do not slander. Give the best of yourselves so that we and our Catholic community can help foster a community of encouragement, and be a place where competition is a source of growth and maturity, not of fear.

Christ is calling us to discipleship in every place and in every circumstance. Through our sporting activities, let us witness to Him in the gym, on the field and on the court so that He will be made known by the best that we have given.

 

La Campaña de Ministerios Católicos: Financiando la misión de la Iglesia

Por el Obispo Joseph M. Siegel

Especial para The Message

Nuestras escuelas católicas son una gran bendición para nuestra diócesis. En los pasados cinco años, yo he tenido la bendición de celebrar la Misa con muchas de las comunidades escolares y espero celebrar con el resto de ellas en los meses venideros.

Las escuelas católicas tienen la misión de formar estudiantes de forma holística. Nos esforzamos por lograr la excelencia académica, arraigados a nuestra fe católica, y brindamos oportunidades para el desarrollo del carácter a través del currículo escolar y varias actividades extracurriculares. Una oportunidad para dicho crecimiento personal y social es nuestro programa deportivo. Saber cuán seriamente podemos involucrarnos en los deportes, comparto las siguientes reflexiones para todos nosotros, atletas y espectadores, para dar lo mejor de nosotros y para ser testigos de Cristo a través de nuestra participación en estos eventos.

Los deportes son una manera estupenda en la que nuestra gente joven puede alcanzar su potencial, compartir trabajo en equipo, crecer en madurez y fomentar amistades duraderas. Son una oportunidad para que ellos den lo mejor de sí a un propósito superior. De esta manera, los deportes brindan un espejo para la vida de fe a la que hemos sido llamados, y como ha dicho San Pablo, he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (Cf. 2 Timoteo 4:7).

Los deportes también brindan una oportunidad para aquellos que los apoyan, alentándolos a dar todo lo que pueden a su equipo. De esta manera, nosotros también, como aficionados, necesitamos dar lo mejor de nosotros. Necesitamos ofrecer nuestro apoyo a sus esfuerzos, elogiando apropiadamente su éxito y consolándolos en las derrotas. Todas estas circunstancias brindan una oportunidad para un crecimiento que ayude a nuestra gente joven a prender y madurar hacia la adultez. Nuevamente, los deportes brindan un espejo, que nos permite ver cómo también podemos alentar, elogiar y consolar a nuestra gente joven en su crecimiento en la fe y convertirse en discípulos fieles de Jesucristo.

Hay otro nivel de deportividad que merece nuestra atención. Nuestra fe y ofrecimiento de ser testigos de los demás jamás se desconectan. Cada vez que nuestro equipo deportivo compite, es una oportunidad para ser testigos de lo que he dicho anteriormente: que los deportes reflejan la fe y son una oportunidad para dar lo mejor de nosotros. No solamente se crean escándalos cuando los cristianos católicos dicen y hacen cosas que son inapropiadas; pero quizás lo que es más importante, perdemos una oportunidad valiosa de ser testigos de nuestra fe de una forma en la que seamos accesibles a los demás: simplemente mostrando respeto y decencia común a todos los demás, tanto a aquellos de nuestro equipo como también a los del equipo opuesto.

A los jugadores y los aficionados por igual, les insto: ¡Den lo mejor de ustedes! Compitan, y no provoquen. Alienten, y no rebajen. Apoyen, y no difamen. Den lo mejor de ustedes para que nosotros y nuestra comunidad católica podamos ayudar a fomentar una comunidad de estímulo, y ser un lugar en donde la competencia sea una fuente de crecimiento y madurez, no de miedo.

Cristo nos llama al discipulado en cada lugar y en cada circunstancia. A través de nuestras actividades deportivas, seamos testigos de Él en el gimnasio, en la cancha y en la pista para que Él se dé a conocer por los mejores que le hemos dado.