Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
El gran festín de Navidad, a diferencia de otras festividades, tiene un imaginario poderoso. El árbol de Navidad, las luces resplandecientes, los regalos hermosamente envueltos, los villancicos familiares y mucho más todo contribuye a nuestra celebración de este increíble festín.
Porque lo que celebramos en Navidad es verdaderamente increíble. El eterno, todopoderoso Dios es nacido por nosotros como un niño pequeño e indefenso. En Jesús, Dios ha abierto el Cielo y ha descendido para morar entre nosotros – vestido con nuestra carne humana, para salvarnos del poder del pecado y la muerte.
En estos días santos, vayamos otra vez a Belén, al establo en donde solamente vemos una pareja cansada, lejos del hogar, luchando para encontrar confort al compartir la alegría de un nuevo niño. Es una alegría que ellos comparten solo con algunos pastores, acurrucados juntos cerca de sus rebaños al lado del pesebre. La imagen aquí es tranquila e inmóvil – austera en su simplicidad y paz. Es una pieza que nos invita y envuelve.
El Cristo Niño, el Príncipe de la Paz, nos sirven de faro para entender que él puede calmar el alboroto agotado y ruidoso de nuestro mundo y nuestras vidas – y formar une nueva creación de nuestros corazones con fe y amor. Es este Cristo niño quien puede transformarnos y darnos una nueva esperanza y una nueva perspectiva. Es este Cristo niño que puede renovar nuestra Iglesia, nuestras familias, nuestras relaciones, nuestras prioridades – pero solo si nosotros le permitimos que se haga carne en nosotros en el silencio y la paz de nuestros corazones.
Demos una mirada a la Palabra de Dios hecha carne, que yace en el silencio de la cuna. Habiendo experimentado su paz, amor, esperanza y alegría, compartamos la buena noticia con aquellos que encontremos – que Jesús es nacido por nosotros como nuestro Señor y Salvador, hablando no solo con palabras, pero en la elocuencia del amor benevolente, la misericordia, la paciencia y la compasión.
En nombre del Obispo Gettelfinger y de todo el personal diocesano, yo les deseo a ustedes y a sus seres queridos una bendecida Navidad y un Año Nuevo alegre y lleno de gracia.
Sinceramente suyo en Cristo,
Reverendísimo Joseph M. Siegel
Obispo