El Rincón del Obispo
Más Rev. Joseph M. Siegel
Durante la Misa de Nochebuena, el Papa Francisco inaugurará el Año Santo abriendo la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Los obispos de las diócesis de todo el mundo abrirán el Año Jubilar para sus iglesias locales el domingo 29 de diciembre (fiesta de la Sagrada Familia). El Papa abrirá la Puerta Santa en la Basílica de San Juan de Letrán el 29 de diciembre, en la Basílica de Santa María la Mayor el 1 de enero y en la Basílica de San Pablo Extramuros el 5 de enero.
El Santo Padre ha designado como tema de este Jubileo Peregrinos de la Esperanza, basándose en las palabras de San Pablo: “La esperanza no defrauda” (Romanos 5:5). En su bula de indicción, declarando formalmente el Año Jubilar, el Papa Francisco escribió: “Con su presencia perenne en la vida de la Iglesia, el Espíritu Santo ilumina a todos los creyentes con la luz de la esperanza. Él mantiene esa luz encendida, como una lámpara siempre encendida, para sostener y vigorizar nuestras vidas. La esperanza cristiana no engaña ni defrauda, porque se basa en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos jamás del amor de Dios” (cf. Romanos 8:35, 37-39).
El Año Jubilar tiene sus raíces en el judaísmo antiguo (Levítico 25) y la palabra Jubileo se toma del hebreo yobel, que es el cuerno de carnero que se soplaba para marcar el comienzo de este año especial. Durante este “año de favor” los esclavos serían liberados, las deudas perdonadas y la misericordia de Dios sería celebrada. El primer Año Santo cristiano fue declarado en 1300, por el papa Bonifacio VIII. Originalmente designado para celebrarse cada 100 años, los fieles pidieron que se celebrara con más frecuencia y por lo tanto se trasladó a cada 50 años, luego 33 años y ahora en los tiempos modernos, normalmente se celebra un Año Jubilar cada 25 años (aunque el Papa Francisco convocó un Jubileo extraordinario de la Misericordia en 2016). A lo largo de los siglos, la Iglesia ha vivido estos años especiales como tiempos de perdón de los pecados y de concesión de la indulgencia jubilar, que es un don especial que Dios ofrece a su pueblo a través de la Iglesia para la remisión de las penas temporales de los pecados absueltos. Las peregrinaciones, particularmente a Roma, el rezo en las cuatro basílicas patriarcales y el paso por sus Puertas Santas han sido una parte importante de la observancia de estos años llenos de gracia. La Puerta Santa es un símbolo visual de la conversión interior, y al atravesarla se evoca el deseo de la persona de pasar del pecado a la gracia.
En nuestra Diócesis, he designado iglesias en cada uno de nuestros decanatos como Iglesias de Jubileo: la Basílica de San Francisco Javier en Vincennes y la Iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza en Washington en el Decanato Norte; Santa María de la Visitación en Huntingburg en el Decanato del Este; la Catedral de San Benito en Evansville en el Decanato Sur; y la Iglesia de San Felipe en el Decanato del Oeste. Si bien estas iglesias no tendrán Puertas Santas, la misma indulgencia que se gana en Roma también se puede obtener visitando estas iglesias (bajo las condiciones habituales proporcionadas por la Iglesia). El Santo Padre ha concedido muchas otras oportunidades para recibir la indulgencia del Jubileo.
Una parte vital de recibir la indulgencia es la recepción del Sacramento de la Reconciliación. He pedido a nuestros sacerdotes que promuevan este sacramento en su predicación y enseñanza de una manera especial durante este año y que sean generosos en brindar amplias oportunidades para que su pueblo haga uso de este maravilloso sacramento de misericordia y esperanza. Se anima a las parroquias a tener sus propias observancias para el Año Jubilar. Un Año Jubilar es un Año Santo porque su propósito es animar a todos a una mayor santidad de vida. Al buscar la reconciliación con Dios, oramos por la gracia de reconciliarnos con aquellos con quienes estamos distanciados. Este Año está destinado a fortalecer nuestra fe, alentar las obras de caridad y misericordia, profundizar los lazos de unidad en la Iglesia e inspirar mayores esfuerzos de discipulado misionero. Sobre todo, el Año Jubilar es una celebración de la obra salvífica de Jesucristo, que es fuente de nuestra esperanza.
Que el Año Jubilar de 2025 traiga muchas gracias y bendiciones a cada uno de nosotros, a nuestras familias, a nuestra Diócesis y a la Iglesia.
— Translated by Bertha Melendres, Diocese of Evansville Director of Hispanic Ministry