A message for the Easter season – Un mensaje para el tiempo de Pascua

Father Juan Ramirez
Padre Juan Ramirez

Father Juan Ramirez – Padre Juan Ramirez

Editor’s note: The Spanish translation of this feature appears below the English version.

Easter is a season in which we celebrate the Resurrection of Christ from death, but also it is a time to remember our call to mission. During this time of Easter, the Old Testament readings at Sunday Mass are replaced by reading from the book of Acts of Apostles. Listening to the book of the Acts of the Apostles is not only to remember what happed in the beginning of the early Church. Listening to these readings is a powerful reminder for us who are called to be missionary disciples in our present time. During this Easter season we celebrate The Resurrection, the Ascension, and the Day of Pentecost. These three major celebrations in our Church are not just to remember what happened many years ago, but a present reminder that the Church was sent to a mission and continues to be.

God raises Christ from death, manifesting the power of God that can overcome all human suffering. Jesus, the Son, ascends into heaven, giving us a clear call to the People of God that we are now the ones responsible for carrying out this beautiful and powerful mission as the Body of Christ present in the world, and transformed by it. The Holy Spirit comes down upon the disciples on the Day of Pentecost to empower them for mission. In our Catholic tradition we have the Tabernacle visible in our churches, not only to reserve the Body of Christ, but as a sign of the presence of God among us and as a sign of the missionary identity of the People of God. I visited a church in Chicago, and I saw that in their Tabernacle was engraved the Day of Pentecost on its doors. It reminds me that Jesus shares himself with us in the Eucharist to make us into his body in the world, called to mission. The Eucharist, consecrated by the priest in each Mass, is kept in the tabernacle to be taken out to all who are in need of the healing power of the risen Christ.

The apostle Paul describes our identity as the body of Christ: “As a body is one though it has many parts, and all the parts of the body, though many, are one body, so also Christ. For in one Spirit, we were all baptized into one body.... If the whole body were an eye, where would the hearing be? If the whole body were hearing, where would the sense of smell be?.... The eye cannot say to the hand – “I do not need you,” nor again the head to the feet – “I do not need you….” If one part suffers, all the parts suffer with it; if one part is honored, all the parts share its joy” (1 Corinthians 12-26).

God’s power is present among us and works through the Church as the body of Christ only if every baptized person discerns his or her calling in the mission and actively shares those gifts given by God. The whole body suffers if anyone is weak or absent in their contribution. So, let us pray that the Holy Spirit will inspire us to activate the whole variety of spiritual gifts in our midst. As we celebrate the Resurrection of Christ, let us open our hearts and minds to the effects of the power of the Resurrection so that we can continue working in the mission entrusted to all of us baptized people.

In this season of Easter, may the power of the risen Jesus transform your life and the lives of your families.

Viva Cristo Rey,

Father Juan Ramírez

Father Juan serves as Parochial Vicar at Our Lady of Hope Pariish in Washington.

 

Un mensaje para el tiempo de Pascua

Padre Juan Ramirez

Queridos hermanos y hermanas:

La Pascua es un tiempo en el que celebramos la Resurrección de Cristo de entre los muertos, pero también es un tiempo para recordar nuestro llamado a la misión. Durante este tiempo de Pascua, las lecturas del Antiguo Testamento en la misa dominical se reemplazan por la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Escuchar estas lecturas de los Hechos de los Apóstoles no es sólo recordar lo que sucedió en los inicios de la Iglesia primitiva. Escuchar estas lecturas es un poderoso recordatorio para nosotros que estamos llamados a ser discípulos misioneros en nuestro tiempo presente. Durante este tiempo de Pascua celebramos La Resurrección, la Ascensión y el Día de Pentecostés. Estas tres celebraciones principales en nuestra Iglesia no son solo para recordar lo que sucedió hace muchos años, sino un recordatorio de que la Iglesia fue enviada a una misión y lo sigue siendo.

Dios resucita a Cristo de la muerte, manifestando el poder de Dios que puede vencer todo sufrimiento humano. Jesús, el Hijo, asciende al cielo, dándonos un claro llamado al Pueblo de Dios de que ahora somos nosotros los responsables de llevar a cabo esta hermosa y poderosa misión como Cuerpo de Cristo presente en el mundo y transformarlo. El Espíritu Santo desciende sobre los discípulos el día de Pentecostés para empoderarlos para la misión. En nuestra tradición católica tenemos el Sagrario visible en nuestras iglesias no sólo para reservar el Cuerpo de Cristo, sino como signo de la presencia de Dios entre nosotros y como signo de la identidad misionera del Pueblo de Dios. Visité una iglesia en Chicago y vi que en su Tabernáculo estaba grabado en sus puertas el Día de Pentecostés. Esto me recuerda que Jesús se nos da en la Eucaristía para hacernos su cuerpo en el mundo, llamados a la misión. La Eucaristía, consagrada por el sacerdote en cada Misa, se reserva en el sagrario para llevarla a todos los que tienen necesidad del poder sanador de Cristo resucitado.

El apóstol Pablo describe nuestra identidad como el cuerpo de Cristo: Así como el cuerpo es uno aunque tiene muchas partes, y todas las partes del cuerpo, aunque muchas, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo... Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo el cuerpo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato?... El ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”, ni tampoco la cabeza a los pies: “No te necesito”. ...Si una parte sufre, todas las partes sufren con ella; si una parte es honrada, todas las partes comparten su alegría. (1 Corintios 12-26)

El poder de Dios está presente entre nosotros y obra a través de la Iglesia como cuerpo de Cristo sólo si cada bautizado discierne su llamado en la misión y comparte activamente esos dones que Dios le ha dado. Todo el cuerpo sufre si alguien es débil o está ausente en su contribución. Oremos para que el Espíritu Santo nos inspire a activar toda la variedad de dones espirituales entre nosotros. Mientras celebramos la Resurrección de Cristo, abramos nuestros corazones y mentes a los efectos del poder de la Resurrección para que podamos seguir trabajando en la misión encomendada a todos nosotros los bautizados.

En este tiempo de Pascua, el poder de Jesús resucitado transforme nuestra vida y la de nuestras familias.

Viva Cristo Rey,

Padre Juan Ramírez

El Padre Juan sirve como Vicario Parroquial en la Parroquia Our Lady of Hope en Washington.