Catechizing with beauty – Catequizar con belleza

BISHOP JOSEPH M. SIEGEL
THE BISHOP’S CORNER

Editor’s note: The Spanish translation of this column appears below the English version.

Beauty, along with the good and the true, is one of the three transcendentals (properties or desires of humanity that point us to God). He suggests that in our society, which is so rife with moral relativism and with the belief that each person creates his or her own system of truth and meaning, it is hard to engage people by starting with doctrine (the true) or moral teaching (the good).  Instead, he recommends that we allure people’s hearts by that which is beautiful.

The Bishop uses the example of baseball.  A young person isn’t attracted to the game by learning the rules or by doing wind sprints to train. No, the attraction is the “beauty” of the game itself; watching it skillfully played and admiring the players. These motivate the child to want to play, and so learn the rules, train and practice the necessary skills. It is a movement from being inspired (the beautiful), to wanting to participate (the good), to coming to understand (the true).  He cites the Catholic theologian, Hans Urs von Balthasar who wrote that, “The beautiful claims the viewer, changes him and then sends him on mission.”

The new Directory for Catechesis, published earlier this year by the Vatican, takes up this theme as well, stressing the importance of beauty in the sharing of the teachings of our Catholic faith. It quotes Pope St. John Paul II, who wrote that authentic Christian art, “discloses through sensory perception that the Lord is alive, present and working in the Church and in history.” Art, then, becomes a means of conveying the truths of our faith. This has been consistent throughout the history of the Church’s evangelization efforts, as the beautiful, whether icons, sacred music or the holiness of missionaries, is often that which reaches beyond the limits of language and culture to the deepest parts of our common humanity and facilitates an encounter with God. The mediation of art continues into explaining the faith.  Stained glass windows in cathedrals and churches are luminous catechisms, teaching people the tenets of the faith, as do the images and symbolism in icons, statues and paintings.

This is also true for sacred music.  Gregorian chant and other religious music elevate the heart and mind to God. St. Augustine attested to the power of the hymns he heard in the Cathedral of Milan in helping bring about his conversion.  Missionaries would often set the teachings of the Church to melodies to help the Christian message sink in. Quality liturgical music that has a doctrinal richness also can help impress the truths of our faith in our hearts.

As well, literature, plays and movies with underlying Christian themes, even if they are not explicit, (e.g. The Lord of the Rings) can reach people’s hearts and souls, leading them to a deeper sense of meaning in their lives and to the ultimate source of meaning, who is God.  Perhaps the greatest beauty in the Church is found in the lives of the saints, the holy men and women of every time and place, like St. Francis, Mother Teresa and St. John Paul II, whose words and actions eloquently and graphically pointed to the goodness, truth, love and mercy of God.

These insights can help us in our own catechetical efforts, whether at home, in the classroom or in the parish.  Parents, as the primary catechists of their children, can ensure that that there is quality religious art in their homes, images of our Lord, our Lady and the saints, and that their sons and daughters have access to books, music, movies and television with Christian themes.  Catechists in religious education programs and Catholic schools can use religious art, music and the lives of the saints to elucidate the materials that they present, helping lead their students to more deeply encounter the living Lord Jesus. The same should occur in the RCIA process and in adult formation.

Once people experience the beauty of the love and mercy of the Christ, they will want to know Him more profoundly, follow Him more closely, and serve Him and His people more completely.

 

Catequizar con belleza

Obispo Joseph M. Siegel

El rincón del Obispo

El Obispo Robert Barron a menudo promovió la idea de que la belleza necesita ser un elemento clave en nuestros esfuerzos de evangelización. La belleza, junto con lo bueno y la verdad, es una de las tres trascendentales (propiedades o deseos de la humanidad que nos apuntan a Dios). Él sugirió que, en nuestra Sociedad, en la que abunda el relativismo moral y con le creencia de que cada persona crea su propio sistema de verdad y significado, es difícil captar la atención de la gente empezando con la doctrina (la verdad) o la enseñanza moral (lo bueno). En cambio, él recomienda que cautivemos los corazones de la gente a través de aquellos que es hermoso.

El Obispo usa como ejemplo el béisbol. Una persona joven no está atraída al juego al aprender las reglas o al entrenar haciendo carreras de velocidad. No, la atracción es la “belleza” del juego mismo; mirarlo jugar hábilmente y admirar a los jugadores. Esto motiva al niño a querer jugar, y así aprender las reglas, entrenar y practicar las habilidades necesarias. Es un movimiento de ser inspirado (lo hermoso), a querer participar (lo bueno), a llegar a entender (la verdad). Él cita al teólogo católico Hans Urs Vno Balthasar quien escribió que, “Lo hermoso reclama al espectador, lo cambia y lo envía en misión.”El nuevo Directorio de Catequesis, publicado a principio de este año por el Vaticano, también toma este tema, remarcando la importancia de la belleza en el compartir de las enseñanzas de nuestra fe católica. Cita al Papa San Juan Pablo II, quien escribió este auténtico arte cristiano, “revela a través de la percepción sensorial que el Señor está vivo, presente y trabajando en la Iglesia y en la historia.” El arte, entonces se convierte en un medio de transmitir las verdades de nuestra fe.  Esto ha sido consistente a través de la historia de los esfuerzos de evangelización de la Iglesia, como la belleza, así sea, iconos, música sagrada o la santidad de los misioneros, es a menudo aquello que llega más allá de los limites del lenguaje y la cultura a las partes más profundas de nuestra común humanidad y facilita un encuentro con Dios. La mediación del arte continúa hasta explicar la fe. Los vitrales en las catedrales y las Iglesias son luminosos catequismos, que ensañan a la gente los postulados de la fe, como lo hacen las imágenes y simbolismos en íconos, estatuas y pinturas.

Esto también es cierto en la música sagrada. Los cantos gregorianos y otra música religiosa elevan el corazón y la mente a Dios. San Agustín atestó que el poder de los himnos que oyó en la Catedral de Milán contribuyó a su conversión. Los misioneros a menudo incorporaban las enseñanzas de la Iglesia a las melodías para ayudar a profundizar el mensaje cristiano. La música litúrgica de calidad que tiene riqueza doctrinal también puede ayudar a imprimir las verdades de nuestra fe en nuestros corazones.

Así como también, la literatura, las obras y las películas con un trasfondo de temas cristianos, aunque no sean explícitas, (por ejemplo, El señor de los anillos) puede llegar al corazón y al alma de la gente, guiándola a un sentido de propósito más profundo en sus vidas y a la fuente de sentido más suprema, que es Dios.

Quizás la belleza más grande de la Iglesia radique en la vida de los santos, los santos hombres y mujeres de cada tiempo y lugar, como San Francisco, la Madre Teresa y San Juan Pablo II, de quien las palabras y acciones han apuntado elocuente y gráficamente a la bondad, la verdad, el amor y la misericordia de Dios.

Estos conocimientos pueden ayudarnos en nuestros esfuerzos catequéticos, tanto en el hogar, como en el salón de clase o la parroquia. Padres, como los catequistas primordiales de sus niños, pueden garantizar que haya arte religioso de calidad en sus hogares, imágenes de nuestro Señor, nuestra Señora y los santos, y que sus hijos e hijas tengan acceso a libros, música, películas y televisión con temas cristianos. Catequistas en programas de educación religiosa y escuelas católicas pueden usar arte religioso, música y las vidas de los santos para elucidar los materiales que presentan, ayudando a guiar a sus estudiantes a un encuentro más profundo con el Señor Jesús vivo. Lo mismo debería ocurrir en el proceso RCIA in en la formación de adultos.

Una vez que la gente experimente la belleza del amor y la misericordia del Cristo, querrán conocerlo a Él más profundamente, seguirlo más de cerca, y servirlo a Él y a Su gente más plenamente.