Celebrating the central mystery of our faith – Celebrando el misterio central de nuestra fe

By MOST REV. JOSEPH M. SIEGEL

BISHOP’S CORNER

Editor’s note: The Spanish versión of this column appears below the English versión. 

Nota del editor: La versión en español de esta columna aparece debajo de la versión en inglés.

Every Easter, we celebrate the source of our hope as Christians: the Resurrection of Christ, who was crucified for our sake and for the world’s salvation. How profound is this mystery, the central mystery of the Church’s faith! The Resurrection is the greatest manifestation of God’s power and might and mercy, for grace triumphed over sin, hope over despair, life over death.

On Easter, we will renew our baptismal promises. Not only will we renounce the power of Satan, sin and evil in our lives, but we will also profess our faith in Christ, crucified and risen, and our belief in the resurrection of the dead.  As we do so, let us ask ourselves: Do we really understand and appreciate what the mystery of the Lord’s rising means for us— for our daily lives, for our relationships, and for our troubled world? In rising from the dead, Jesus changed my humanity and yours. He opened up in our human nature a new space, new room for God. The Risen Lord has unlocked for us the real possibility of sharing even now, in this life, the never-ending friendship of a God who is love and whose mercy is indestructible.

Our faith is not about simply following rules nor merely improving our lives. It’s about living the new life of love manifest in the Risen Lord and in His wounds. The Risen Lord wants to transform our lives thoroughly, and this spiritual rebirth began in the waters of Baptism. While living in this world, you and I are given a new source of life, a new kind of life: a life of joy in which God’s mercy overcomes all that deadens our humanity. Living the Resurrection means submitting to the Lord of Life by living as He taught, and by giving Him praise and thanks in our prayer and worship, both privately and joining with the Church to be nourished by the Risen Lord in the Holy Eucharist. This is how we continually pass from the death of sin to the new life of grace. This is how one day, we will pass over from life on earth to life with God in eternity.

After the disciples encountered the Risen Lord, try as they might, it was no longer business as usual.  Peter, Andrew, James, and John could no longer be ordinary fishermen, nor could Matthew return to being a tax collector. During the 40 days following the Resurrection of Jesus, they struggled to understand a whole new reality for which they were not prepared. They were joyous yet fearful; believing yet full of doubts. Only the Holy Spirit, bestowed on them on Pentecost, enabled them to understand “what they had seen with their eyes and touched with their hands” (I Jn. 1:1).

The same is true for you and me. On Easter Monday, we will return to our daily occupations – but hopefully not to “business as usual.”  The 50 days of the Easter season is the time to deepen our faith, hope and love, to recommit ourselves to living and practicing our Catholic faith with renewed zeal. After a year of enduring the COVID pandemic and all its many effects, I know that people are feeling worn down and discouraged. If you find yourself oppressed by this or other difficult situations, or find that your faith has lost its energy and vitality, then open your heart to the Good News proclaimed to us this Easter of 2021: “He is risen.  He is truly risen.” The power of Easter invites us to open ourselves once again to the Spirit of the Risen Lord and feel His grace, healing, love and peace in our own hearts and lives. By the grace of the Holy Spirit, may we experience an interior resurrection, a resurrection of the spirit and so share in Christ’s victory over sin, fear, sickness and even death itself.

 

Celebrando el misterio central de nuestra fe

Obispo Joseph M. Siegel

El Rincón del Obispo

Cada Pascua, celebramos la fuente de nuestra esperanza como cristianos: la Resurrección de Cristo, quien fue crucificado por nosotros y por la salvación del mundo. ¡Cuán profundo es este misterio, el misterio central de la fe de la Iglesia! La Resurrección es la manifestación más grande del poder de Dios y su potestad y misericordia, porque la gracia triunfó sobre el pecado, la esperanza sobre la desesperanza, la vida sobre la muerte.

En la Pascua, renovaremos nuestras promesas bautismales. No solo renunciaremos al poder de Satanás, al pecado y al mal en nuestras vidas, sino que también profesaremos nuestra fe en Cristo, crucificado y resucitado, y nuestra creencia en la resurrección de los muertos. Mientras lo hacemos, preguntémonos: ¿entendemos y apreciamos realmente lo que el misterio de la resurrección del Señor significa para nosotros—para nuestras vidas, para nuestras relaciones, y para nuestro problemático mundo? Al levantarse de entre los muertos, Jesús cambió mi humanidad y la suya. Él abrió en nuestra naturaleza humana un nuevo espacio, un nuevo sitio para Dios. El Señor Resucitado ha abierto para nosotros la verdadera posibilidad de compartir aún ahora, en esta vida, la interminable amistad de un Dios que es amor y de una misericordia indestructible.

Nuestra fe no consiste en simplemente seguir reglas ni solo mejorar nuestras vidas. Es vivir la nueva vida de amor manifestada en el Señor Resucitado y en Sus heridas. El Señor Resucitado quiere transformar nuestras vidas por completo, y este renacimiento espiritual comenzó en las aguas del Bautismo. Mientras vivimos en este mundo, a usted y a mí nos ha sido dada una nueva fuente de vida, una nueva clase de vida: una vida de alegría en la que la misericordia de Dios supera todo lo que atenúa nuestra humanidad. Vivir la Resurrección significa someterse al Señor de la Vida viviendo como Él enseñó, y dándole a Él alabanzas y gracias en nuestras oraciones y veneración, de ambas formas privada y juntamente con la Iglesia para ser nutrida por el Señor Resucitado en la Sagrada Eucaristía. Así es como nosotros continuamente pasamos de la muerte del pecado a la nueva vida de la gracia. Así es como un día, pasaremos de la vida en la tierra a la vida con Dios en la eternidad.

Después de que los discípulos encontraron al Señor Resucitado, a pesar de sus intentos, ya no podían continuar como si nada hubiese pasado. Pedro, Andrés, Santiago, y Juan ya no podían ser comunes pescadores, tampoco podía Mateo volver a ser un recaudador de impuestos. Durante los 40 días que siguieron a la Resurrección de Jesús, ellos lucharon para comprender toda una realidad nueva para la cual no estaban preparados. Ellos estaban alegres, pero tenían miedo; creían, pero estaba llenos de dudas. Solamente el Espíritu Santo, les concibió en el Pentecostés, les permitió comprender “lo que han visto con sus ojos y palpado con sus manos" (1 Jn. 1,1).

Lo mismo es verdad para usted y para mí. El lunes de Pascua, volveremos a nuestras ocupaciones diarias—pero ojalá no “como si nada hubiese pasado.” Los 50 días del tiempo de Pascua es el tiempo de profundizar nuestra fe, esperanza y amor, para volver a comprometernos a vivir y a practicar nuestra fe católica con fervor renovado. Después de un año de padecer la pandemia COVID y sus muchos efectos, yo sé que la gente se siente agotada y desalentada. Si usted se siente oprimido por esta u otra situación difícil, o siente que su fe ha perdido su energía y vitalidad, entonces abra su corazón a la Buena Noticia que nos es proclamada a nosotros en esta Pascua 2021: “Él es resucitado. Él es verdaderamente resucitado.” El poder de la Pascua nos invita a abrirnos otra vez al Espíritu del Señor Resucitado y a sentir Su gracia, curación, amor y paz en nuestros propios corazones y vidas. Por la gracia del Espíritu Santo, que experimentemos una resurrección interna, una resurrección del espíritu y así compartamos en la victoria de Cristo sobre el pecado, el miedo, la enfermedad y hasta la muerte misma.