Christ our hope has arisen – Cristo nuestra esperanza ha resucitado

By Bishop Joseph M. Siegel
The Bishop’s Corner

(Editor’s note: The Spanish translation of Bishop Siegel’s commentary appears below the English version.)

“Why do you look for the living among the dead? He is not here- He has been raised!” (Luke 24:6).

What a shock the angel’s words must have been to the women who went to the tomb in the early morning of the first Easter. After all, they had witnessed Jesus’ agonizing death on the cross and His hasty burial just two days earlier. They had come back after the required Sabbath rest to properly anoint the body of Jesus, carrying with them the terrible grief and confusion of losing someone who had been the center of their lives – a holy man, a great teacher – perhaps even the long-awaited Messiah.

With the message of the angel, they experienced another reality about Jesus. He was not just a kind, compassionate rabbi – nor was he the political savior so many expected. No, Jesus is the Son of God – the Savior of the World. During his life, Jesus performed many wonderful works and miracles, yet none were greater than His death and resurrection. He took our sinfulness and weakness to the cross in His humanity; and by His resurrection, He raised us up with Him by the power of His divinity to give us a share of His life. The tomb could not hold Him – He is not among the dead – but is living.

Today, some view Jesus simply as an historical hero – His life part of a great ancient epic. Others view Him as wise teacher who taught great truths and provided an example of good living for an earlier age. But we who are people of faith believe that He is something much more. For we profess that Jesus is the Son of God – our Risen Lord and Savior – and that He is alive and present in our midst. With the eyes of faith, we can encounter Him here and now. He is most fully and truly present in the Holy Eucharist and the other sacraments. He is also present as we read God’s Word in the Sacred Scriptures. He comes to us in our prayer, both personal and communal. And Jesus is present in those around us: in the faces of your loved ones, in those who turn to us looking for help in their need, even in those with whom we struggle and disagree. As with the disciples on the road to Emmaus, Jesus meets us on the midst of our journey of life and walks with us, opening our minds with His wisdom and setting our hearts on fire with His love. The living God is indeed found among the living. These are the teachings that have been shared with the men and women who have been part of the Rite of Christian Initiation of Adults (RCIA) in our parishes. Normally at the Easter Vigil, we would be initiating them into the Catholic faith as they receive the Easter Sacraments. While the health crisis has made it necessary to
postpone these rites, we continue to pray for our elect and candidates, looking forward to the day when they will join us at the altar of the Lord as full members of our faith.

Whether we are cradle Catholics, elect, or candidates, the same Good News is proclaimed to us this Easter: Jesus is not dead – He has been raised up as He said. For that reason, there is no cause for despair as we face the crosses, trials and challenges of life. When we live our baptismal faith actively and fully, we open ourselves to the life and grace of the Risen Lord. With Him, we are victors over sickness, uncertainty, fear and even death itself – all the forces of evil that try to constrain us in this world.

May this Good News fill our hearts and homes this Sunday, throughout the 50 days of the Easter season and beyond, overflowing in lives of peace, truth, hope and love. By our word and example, let us work to ensure that the message of the resurrection reaches every person, that they may share our Easter joy and come to meet the Risen Christ on every journey of their lives.

 

Cristo nuestra esperanza ha resucitado

Por el Obispo Joseph M. Siegel

“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, Él ha resucitado.” (Lucas 24:6).

Que conmoción debe haber sido para las mujeres que fueron a la tumba a escuchar las palabras del ángel temprano en la mañana de la primera Pascua. Después de todo, ellas habían sido testigos de la agonizante muerte de Jesús en la cruz y Su apresurado entierro solo dos días antes. Ellas habían llegado después del requerido descanso del Sabbat para ungir apropiadamente el cuerpo de Jesús, llevando con ellas el terrible dolor y la confusión de perder a alguien que había sido el centro de sus vidas – un hombre santo, un gran maestro - quizás incluso el tan esperado Mesías.

Con el mensaje del ángel, ellas experimentaron otra realidad acerca de Jesús. Él no era solamente un rabino bondadoso y compasivo - tampoco era el salvador político que muchos esperaban. No, Jesús es el Hijo de Dios – el Salvador del Mundo. Durante su vida, Jesús realizó muchos trabajos maravillosos y milagros, aunque ninguno fue mas grande que Su muerte y resurrección. Él llevo nuestra pecaminosidad y debilidad a la cruz en Su humanidad; y por medio de Su resurrección, Él nos levantó con Él mediante el poder de Su divinidad para darnos una parte de Su vida. La tumba no pudo contenerlo – Él no está entre los muertos – sino que está viviendo.

Hoy algunos ven a Jesús simplemente como un héroe histórico – Su vida una parte de una gran épica histórica. Otros lo ven como un maestro sabio que enseñó grandes verdades y nos dio un ejemplo del buen vivir para una edad temprana. Pero nosotros que somos gente de fe creemos que Él es mucho más. Porque nosotros profesamos que Jesús es el Hijo de Dios – Nuestro Señor Resucitado y Salvador – que Él esta vivo y presente entre nosotros. Con los ojos de la fe, podemos encontrarlo a Él aquí y ahora. Él está mas plena y verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía y los demás sacramentos. Él también está presente cuando leemos la palabra de Dios en las Sagradas Escrituras. Él viene a nosotros en nuestras oraciones, ambas personales y comunales. Y Jesús está presente en aquellos que nos rodean: en los rostros de tus seres queridos, en aquellos que vienen a nosotros buscando ayuda en momentos de necesidad, hasta en aquellos con quienes luchas y tienes desavenencias. Como con los discípulos en el camino a Emaús, Jesús nos encuentra en medio de nuestro viaje de vida y camina con nosotros, abriendo nuestras mentes con Su sabiduría y encendiendo nuestros corazones con Su amor. El Dios vivo se encuentra, en efecto, entre los vivos.

Estas son las enseñanzas que han sido compartidas con los hombres y las mujeres que han sido parte del Rito de Iniciación Cristiana de Adultos (RCIA) en nuestras parroquias. Normalmente en la Vigilia de Pascua, nosotros estaríamos iniciándolos en la fe católica para que ellos reciban los Sacramentos de Pascua. A pesar de que la crisis de salud ha hecho necesario que se pospongan estos ritos, nosotros continuamos orando por nuestros elegidos y candidatos, esperando con ganas el día en el que ellos se unan a nosotros en el altar del Señor como miembros plenos de nuestra fe.

Seamos católicos de nacimiento, por elección, o candidatos, la misma Buena Nueva nos es proclamada a nosotros en esta Pascua: Jesús no está muerto – Él ha sido resucitado como Él dijo. Por esto, no hay razón para perder las esperanzas al enfrentar las cruces, pruebas y desafíos de la vida. Cuando vivimos nuestra fe bautismal activa y plenamente, nos abrimos nosotros mismos a la vida y a la gracia del Señor Resucitado. Con Él, nosotros somos vencedores a pesar de la enfermedad, la incertidumbre, el miedo y hasta la misma muerte – todas las fuerzas del mal que tratan de constreñirnos en este mundo.

Que esta Buena Nueva llene nuestros corazones y hogares este domingo, a través de los 50 días de la temporada de Pascua y mas allá, desbordando en vidas de paz, verdad, esperanza, y amor. Por nuestra palabra y ejemplo, trabajemos para asegurarnos de que el mensaje de resurrección llega a cada persona, que ellos puedan compartir nuestra alegría de Pascua y venir a encontrarse con el Cristo Resucitado en cada viaje de sus vidas.