By MOST REV. JOSEPH M. SIEGEL
THE BISHOP’S CORNER
Editor’s note: The Spanish version of this column appears below.
In our diocese, there are currently 12 men in their fourth and final year of formation for the permanent diaconate. God willing, they will be ordained next August and, once ordained, they will join 56 other permanent deacons who serve our diocese. As we are now recruiting men for the next class of deacons, whose classes will officially commence in the fall of 2022, this is a good opportunity to look at this important ministry in the Church.
The word deacon is derived from the Greek word for servant. The diaconate has its origin in the Acts of the Apostles (6:1-6) with the commissioning of the seven chosen men to serve the early Christian community. The Order of Deacons continued to flourish in the first centuries of the Church, with their main responsibilities being collecting alms and distributing them to the poor and needy, and assisting at the Eucharist. However, over time, the diaconate came to be limited to celibate men as a step toward their priestly ordination. In 1967, the Holy See restored the practice of ordaining men to the permanent diaconate, including married men. Single men still make a promise to celibacy when they are ordained.
Deacons, both permanent and transitional (those preparing for priesthood), are configured to Christ the Servant, serving in works of Charity, Word and Sacrament. While they have a primary responsibility for the Church’s outreach to those in need, they also may assist the priest at Mass; proclaim the Gospel; offer the homily; baptize; witness marriages; and preside at funeral services (not Masses) and burials. Yet, the role of a deacon is more than just functional. A deacon is called to incarnate Christ the Servant throughout his entire life, whether at home, at work, in the community or in the parish. His ministry of service should permeate and penetrate every aspect of his life, as diakonia or service is part of who he is. In his ministry to others, he reveals Christ the Servant to the entire Church and to the wider community. Deacons work closely with the priests and the bishop in fulfilling the mission of the Church in proclaiming the Gospel, celebrating the sacraments and caring for the less fortunate.
The first permanent deacons for the Evansville Diocese were ordained in 1977; and over these decades, deacons have ministered in parishes, hospitals, correctional facilities, nursing homes and various outreach ministries in our communities. We continue to need good and faithful men to continue this important work.
Men to be considered as candidates for the diaconate should be active in practicing and living their Catholic faith, have a strong personal prayer life, be leaders in their parish community, have a desire to serve, have an ability to work well with others, and be able and willing to commit to the academic, pastoral and theological formation required for ordination. During the four years of preparation, candidates meet one weekend a month and have classes in various aspects of theology, canon law and pastoral skills, as well as spiritual formation.
I hope people will take the initiative to approach men in their parish, families or among friends who seem to have the necessary qualities to be a deacon, and mention that to them. Likewise, I encourage men who have a great love for the Lord and a desire to serve His Church to discern with the help of the Holy Spirit whether the Lord might be calling you to pursue a vocation to the diaconate. The most important part of this discernment is listening for the voice of the Lord in quiet prayer. It is also good to speak with a deacon to learn more about his life and ministry as well as with your pastor. This all presumes, of course, honest conversation with your wife (for those married) and family, as the time and energy required during the years of formation and future diaconal ministry will have a direct impact on them.
I invite men who may be discerning this vocation to contact Deacon Tom Evans ([email protected]), Director of the Permanent Diaconate, or Deacon John McMullen ([email protected]), Associate Director, for more information.
Sts. Stephen and Lawrence, patrons of deacons: Pray for us.
MÁS REV. JOSEPH M. SIEGEL
EL RINCÓN DEL OBISPO
En nuestra diócesis, hay actualmente 12 hombres en su cuarto y final año de formación para el diaconado permanente. Si Dios quiere, ellos serán ordenados el próximo mes de agosto y, una vez ordenados, se unirán a otros 56 diáconos permanentes que sirven a nuestra diócesis. Como ahora estamos reclutando hombres para nuestra próxima clase de diáconos, cuyas clases comenzarán oficialmente en el otoño de 2022, esta es una buena oportunidad para dar una mirada a este importante ministerio de la Iglesia.
La palabra diácono es derivada de la palabra griega servidor. El diaconado tiene sus orígenes en los Hechos de los Apóstoles (6:1-6) con la comisión de los siete hombres elegidos para servir a la temprana comunidad cristiana. La Orden de Diáconos continuó creciendo en los primeros siglos de la Iglesia, con sus responsabilidades principales que eran recolectar limosnas y distribuirlas a los pobres y necesitados, y asistir en la Eucaristía. Sin embargo, con el tiempo, el diaconado llegó a ser limitado a hombres que practicaban el celibato como paso hacia la ordenación sacerdotal. En 1967, la Santa Sede restauró la práctica de ordenar a hombres al diaconado permanente, incluyendo a los hombres casados. Los hombres solteros todavía hacen una promesa al celibato cuando son ordenados.
Los diáconos, ambos permanentes y transitorios (aquellos que se preparan para el sacerdocio), están configurados a semejanza de Cristo el Servidor, sirviendo en trabajos de Caridad, Palabra y Sacramento. A pesar de que ellos tienen una responsabilidad principal para la difusión de la Iglesia a los necesitados, ellos también pueden asistir al sacerdote en la Misa; proclamar el Evangelio; ofrecer la homilía; bautizar; ser testigos de casamientos; y presidir en los servicios funerarios (no en las Misas) y entierros. Sin embargo, el papel del diácono es más que solo funcional. Un diácono es llamado a encarnar a Cristo el Servidor a través de toda su vida, en su hogar, en su trabajo, en la comunidad o en la parroquia. Su ministerio de servicio debe permear y penetrar cada aspecto de su vida, porque diaconía o servicio es parte de quien él es. En su ministerio a los demás, él revela a Cristo el Servidor a la Iglesia entera y a toda la comunidad. Los diáconos trabajan en cercanía con los sacerdotes y el obispo para realizar la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio, celebrando los sacramentos y cuidando a los menos afortunados.
Los primeros diáconos permanentes para la Diócesis de Evansville fueron ordenados en 1977; y a través de estas décadas, los diáconos han ejercido su ministerio en parroquias, hospitales, establecimientos correccionales, hogares de ancianos, y varios ministerios de alcance a nuestras comunidades. Continuamos necesitando hombres buenos y fieles para continuar con este importante trabajo.
Los hombres que serán considerados como candidatos para el diaconado deberán practicar y vivir activamente su fe católica, tener una vida personal de oración sólida, ser líderes en la comunidad de su parroquia, tener el deseo de servir, tener la habilidad de trabajar bien con los demás, y poder y estar dispuestos a comprometerse a la formación académica, pastoral y teológica que son requeridas para la ordenación. Durante los cuatro años de preparación, los candidatos se reúnen un fin de semana al mes y tienen clases en varios aspectos de la teología, el derecho canónico y las habilidades pastorales, así como también la formación espiritual.
Espero que la gente tome la iniciativa de acercarse a los hombres en sus parroquias, familias o entre amigos que parecen tener las cualidades necesarias para ser diáconos, y mencionarles esto. Asimismo, yo aliento a los hombres que tienen un gran amor por el Señor y un deseo de servir Su Iglesia a discernir con la ayuda del Espíritu Santo si el Señor los está llamando a emprender una vocación al diaconado. La parte más importante de este discernimiento es escuchar la voz del Señor en oración silenciosa. Es bueno también hablar con un diácono para aprender más sobre su vida y ministerio, así como también con su pastor. Todo esto presume, por supuesto, una conversación honesta con su esposa (para aquellos que son casados) y familia, ya que el tiempo y la energía requerida durante los años de formación y futuro ministerio diaconal tendrá un impacto directo sobre ellos.
Yo invito a los hombres que puedan estar discerniendo esta vocación a que llamen al Diácono Tom Evans ([email protected]), Director del Diaconado Permanente, o al Diácono John McMullen ([email protected]), Director Asociado, para más información.
SS. Esteban y Lorenzo, patronos de los diáconos: Oren por nosotros.