MOST REV. JOSEPH M. SIEGEL
THE BISHOP’S CORNER
Editor’s note: The Spanish translation appears below the English
In 2021, the United States bishops decided to undertake a multi-year national program of Eucharistic Renewal. This process begins with the celebration of the Solemnity of the Body and Blood of Jesus on June 19, 2022, and culminates with a national Eucharistic Congress in 2024. The purpose of this program is to help foster a renewed sense of awe and wonder in the Eucharist among our people.
Regrettably, according to recent polls, only one-third of Catholics hold the belief of the Real Presence of Christ in the Eucharist. This may explain why almost 70% of Catholics absent themselves from receiving the Lord at Mass on Sundays. This tendency was only aggravated by the COVID-19 pandemic lockdowns.
There is, then, a great need to reinforce what we believe and celebrate as a Church about the Eucharist and how it affects our faith and our life. More than just an intellectual reaffirmation of our faith in the Eucharist, this observance is meant to be an interior renewal, that we might be transformed by our celebration of the Eucharist as we receive the very Body and Blood of Jesus.
Certainly, an important part of this renewal comes from a proper understanding of the True Presence of Christ in the Eucharist. The Catechism reminds us that the presence of Christ begins at the moment of the consecration and endures as long as the matter of the bread and wine subsists (#1377). Christ Himself instituted the Sacrament of the Eucharist at the Last Supper, as related by the Gospels of Matthew, Mark and Luke as well as St. Paul. Jesus wanted to continue to share His life in an intimate way with His people, even though He was to return physically to His heavenly Father. So, He gave the greatest gift possible – the gift of Himself under forms of bread and wine.
He told his apostles – “Do this in my memory” – which was a commission to continue what Jesus began at that Last Supper. In this way, they became His priests, who were given the power to make Him present in the Eucharist. As they would celebrate this sacrificial meal in His memory, He would be present personally to His people in His Body and Blood. He would be their spiritual food that would sustain them as they continued His work and His mission in the world.
This continues in our day in the celebration of Mass through the ministry of those men who, like the apostles, share in the priesthood of Jesus. In the Eucharistic Prayer, when the bishop or priest prays the words of Jesus in the consecration in the Eucharistic Prayer, the bread and wine are radically changed into the Body and Blood of Jesus through the power of the Holy Spirit.
This doctrine was taught by the early Church Fathers like St. Justin as early as the second century. St. Thomas Aquinas later developed the term and the theological concept of Transubstantiation to try to explain the mystery of the True Presence of Christ under forms of bread and wine. He taught that the essence of the bread and wine, what makes them what they are, are changed into the essence of Jesus, even though the externals of the elements, the taste and smell, remain the same.
The Catholic belief in the Eucharist differs from that of most Protestants; we do not believe that the Eucharist is merely a symbol of Jesus' presence or that it is simply a remembrance of the Last Supper. We believe that the Eucharist really and truly is Jesus. Because of our belief in the true and enduring presence of Christ in the Eucharistic species, the Church calls people to adore the Sacrament of the Eucharist, not only during Mass, but also outside of it, whether reserved in the tabernacle or exposed for solemn adoration.
Over the next couple of years, our parishes, schools and institutions will be intentionally focusing on this Eucharistic renewal in our liturgical life, catechesis, service opportunities, evangelization efforts and community life. It is an opportunity for all of us – clergy, religious and lay faithful – to develop a deeper appreciation for the Mass; for the True Presence of Christ in Holy Communion; for the impact the Eucharist should have on our lives; and for how we are called to share the Good News of this tremendous gift with others.
The Lord comes to us fully and personally in the Eucharist as he fulfills His promise: “I am with you always.” He waits for us to open the door and allow Him into our hearts and lives.
YO ESTOY con ustedes siempre
MÁS REV. JOSEPH M. SIEGEL
EL RINCÓN DEL OBISPO
En 2021, los obispos de los Estados Unidos decidieron emprender un programa nacional plurianual de Renovación Eucarística. El proceso comienza con la celebración de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Jesús el 19 de junio de 2022, y culmina con un Congreso eucarístico en 2024. El propósito de este programa es ayudar a fomentar un sentido renovado de asombro y deslumbramiento de la Eucaristía en nuestra gente.
Lamentablemente, según encuestas recientes, solo un tercio de los católicos mantienen la creencia de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Esto podría explicar porqué casi el 70% de los católicos se ausentan de recibir al Señor en la Misa los domingos. Esta tendencia se acentuó con las cuarentenas de la pandemia COVID-19.
Hay, entonces, una gran necesidad de refirmar lo que creemos y celebrar como Iglesia la Eucaristía y cómo afecta nuestra fe y nuestra vida. Más que una reafirmación intelectual de nuestra fe en la Eucaristía, esta observación pretende ser una renovación interior, que podamos ser transformados por nuestra celebración de la Eucaristía al recibir el mismo Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Sin duda, una parte importante de esta renovación viene de un entendimiento apropiado de la Presencia Verdadera de Cristo en la Eucaristía. El catecismo nos recuerda que la presencia de Cristo comienza en el momento de la consagración y perdura siempre que la materia del pan y el vino subsista (#1377). Cristo mismo instituyó el Sacramento de la Eucaristía en la Última cena, como lo relató el Evangelio de Mateo, Marcos y Lucas así como también San Pablo. Jesús quería continuar compartiendo Su vida de forma íntima con Su gente, a pesar de que Él iba a volver físicamente a Su Padre celestial. Entonces, Él dio el regalo más supremo – el regalo de Él mismo bajo las formas del pan y el vino.
Él les dijo a sus apóstoles – “Has esto en conmemoración mía” — que fue una comisión para continuar lo que Jesús comenzó en la Última Cena. De este modo, ellos se convirtieron en Sus sacerdotes, a quienes les fue dado el poder de hacerlo a Él presente en la Eucaristía. Al celebrar ellos esta comida sacrificial en Su memoria, Él estaría presente personalmente para Su gente en Su Cuerpo y Sangre. Él sería su comida espiritual que los sostendría al ellos continuar Su trabajo y Su misión en el mundo.
Esto continúa en nuestros días en la celebración de la Misa a través del ministerio de esos hombres que, como los apóstoles, comparten el sacerdocio de Jesús. En la Oración Eucarística, cuando el sacerdote o el obispo ora las palabras de Jesús en la consagración en la Oración Eucarística, el pan y el vino son cambiados radicalmente al Cuerpo y la Sangre de Jesús a través del poder del Espíritu Santo.
Esta doctrina fue enseñada por los Padres de la Iglesia primitiva como San Justino desde tan temprano como el siglo segundo. Santo Tomás de Aquino más tarde desarrolló el término y el concepto teológico de Transubstanciación para tratar de explicar el misterio de la Verdadera Presencia de Cristo bajo las formas del pan y el vino. Él enseñó que la esencia del pan y el vino, aquello que hace que sean lo que son, es cambiada a la esencia de Jesús, a pesar de que el exterior de los elementos, el gusto y el olor, permanecen intactos.
La creencia católica en la Eucaristía difiere de aquella de la mayoría de los protestantes; nosotros no creemos que la Eucaristía sea meramente un símbolo de la presencia de Jesús o que sea simplemente una remembranza de la Última Cena. Nosotros creemos que la Eucaristía real y verdaderamente es Jesús. Debido a nuestra creencia en la verdadera y perdurable presencia de Cristo en la especie Eucarística, la Iglesia llama a la gente a adorar el Sacramento de la Eucaristía, no solo durante la Misa, sino que también fuera de esta, así sea reservado en el tabernáculo o expuesto para adoración solemne.
Durante los próximos dos años, nuestras parroquias, escuelas e instituciones estarán intencionalmente enfocadas en esta renovación Eucarística de nuestra vida litúrgica, catequesis, oportunidad de servicio, esfuerzos de evangelización y vida comunitaria. Es una oportunidad para todos nosotros – clero, religiosos y fieles laicos – para desarrollar una apreciación más profunda por la Misa; por la Verdadera Presencia de Cristo en la Santa Comunión; por el impacto que la Eucaristía debería tener en nuestras vidas; y por cómo somos llamados a compartir la Buena Nueva de este tremendo regalo con otros.
El Señor viene a nosotros plena y personalmente en la Eucaristía al cumplir Su promesa: “Yo estoy con ustedes siempre.” Él espera que nosotros abramos la puerta y permitamos que Él entre en nuestros corazones y vidas.