Mi discurso de maestría en teología

By Bertha Melendres, Porque Soy Catolica

Buenos días a la facultad, el personal, las familias, amigos y mis compañeros graduados.

Dios escribe una historia única con cada una de nuestras vidas. Hoy celebramos las páginas ya escritas y los capítulos por venir.

Dios nos ha traído a todos a las tranquilas colinas de San Meinrad para ser moldeados por la Tradición. Al sumergirnos en estudios teológicos, hemos escuchado la voz del Autor Divino, al leer página tras página de las Escrituras y los textos sagrados, hemos aprendido de maestros antiguos y voces contemporáneas. Sin embargo, se nos recordó una y otra vez que la teología no es una materia que se pueda dominar, sino un camino sagrado de transformación que nos llama a ser más como Cristo. Que como todos sabemos no es una tarea fácil. 

No sé quién me eligió para dar este discurso, pero quienquiera que haya sido, ¡gracias! Justo cuando creía que ya había terminado de escribir artículos y de estresarme pensando en que decir, ¡aquí estoy de nuevo, pidiendo inspiración divina una última vez!

Cuando me pidieron que diera este discurso, me sorprendí y me sentí muy honrada. Pero no estaba segura de que podría decirles que realmente sea de importancia. 

Entonces recordé las historias que me han impactado e inspirado, y pensé que mi historia también podría tocar a alguien más. Así que permítanme compartir un poco de mi historia con ustedes hoy. 

Yo vengo de un pueblo humilde y muy pequeño “un rancho” en Jalisco, México. Donde la fe se siente y se vive a diario, y donde los sueños a menudo eran más sencillos, y para ser sinceros, la educación superior era solo un privilegio lejano, reservado solo para unos pocos. Mis padres solo tuvieron la oportunidad de cursar hasta cuarto y sexto grado. 

Cuando tenía 11 años, emigre a California con mi familia. De repente, me encontré en un nuevo país y mi mundo empezó a crecer. Aprendí un nuevo idioma, encontré nuevas oportunidades y empecé a creer que tal vez, solo tal vez, podría sonar en grande e ir a la universidad. Pero ese sueño se vino abajo cuando descubrí que no tenía los documentos necesarios para continuar mi educación después de la preparatoria. Tuve que renunciar a ese sueño. Vi a otros avanzar, graduarse y completar sus estudios, mientras yo me quedaba atrás, preguntándome si alguna vez tendría otra oportunidad. 

Conocí a mi esposo, Jorge, y fuimos bendecidos con dos hijos. En el 2010, Dios nos abrió las puertas para que ajustáramos nuestro estatus migratorio. Lo primero que hice fue inscribirme en una universidad en línea.  Pero como mis hijos eran pequeños, pronto vi el alto precio que estaban pagando para que yo asistiera a la universidad.  Tenía que ponerlos primero. No fue hasta el 2016, cuando nos mudamos a Evansville, que pude inscribirme de nuevo y completar mi licenciatura en Teología y Estudios Pastorales en la Universidad de Brescia. Me convertí en la primera de mi familia en obtener un título universitario y ahora, por la gracia de Dios, me presento ante ustedes hoy como  graduada con una maestría en Teología. Nunca podría haberlo logrado sin el apoyo de mi amado esposo, el diacono Jorge, y mis hijos, Jonathan y Abby. 

Jamás imaginé que este sería mi camino… Durante mucho tiempo, lo sentí como un sueño que debía dejar atrás: algo demasiado grande, demasiado lejano o demasiado tarde. Pero aquí estoy, no porque el camino fuera fácil, sino porque Dios escribe historias que van mucho más allá de lo que podemos imaginar.

Cada uno de nosotros aquí tiene una historia única, porque ningún camino ha sido igual a otro. Y cada una de nuestras historias importa. Algunos capítulos han estado llenos de alegría. Otros se han escrito con dificultades, dolor, sacrificio y perseverancia. Los capítulos que parecían más difíciles de soportar a menudo se convierten en los más transformadores. Los momentos que creíamos que eran desvíos o reveses pueden, de hecho, ser donde Dios estaba realizando su mejor obra. Cada parte tiene un lugar. Cada momento tiene un significado. Dios, en su sabiduría, es el Autor que escribe no con tinta, sino con misericordia, con esperanza y con el poder de nuestro Dios Trino.

El mundo anhela autenticidad y esperanza. Como teólogos, sacerdotes, diáconos, ministros de la iglesia y discípulos, nuestra tarea no es guardarnos nuestras historias, sino compartirlas: proclamarlas con valentía, humildad y fidelidad. Porque hay alguien que encontrará valor en tu honestidad, esperanza en tu resiliencia e inspiración en tu fe. Nuestras historias son sagradas porque Dios las escribió. Y están destinadas a ser compartidas.

Santa Teresa de Ávila dijo: “Cristo no tiene cuerpo ahora en la tierra sino el tuyo, ni manos sino las tuyas, ni pies sino los tuyos”. Estas palabras nos recuerdan que no somos solo estudiantes de teología, sino instrumentos de ella. Que no somos solo lectores de la historia de Dios, sino participantes activos en ella. Que no somos simplemente receptores de la gracia de Dios, sino portadores de ella en el mundo.

Al dejar San Meinrad, no olvidemos que este no es el final. Es el paso de una página. Y aunque no sabemos qué nos depararán los próximos capítulos, podemos avanzar con confianza. Porque sabemos quién es el Autor.

Nunca dudes del poder de tu historia. Deja que Dios siga escribiendo en ti y a través de ti, y que tu vida sea un testimonio de esperanza para los demás, que nunca es demasiado tarde, nunca es demasiado lejos, y que nunca estás demasiado roto para que Dios haga algo hermoso. Y si alguna vez te preguntas qué puede hacer Dios con los comienzos humildes, recuerda esto: Una niña de Jalisco, que una vez renunció a sus sueños, estuvo aquí hoy porque Dios abrió un camino.

Gracias al personal, a los profesores, a los benefactores y a los monjes benedictinos de San Meinrad por su apoyo durante todo el camino. ¡MUCHAS GRACIAS!

¡Felicidades, Clase del 2025!

Que su próximo capítulo se escriba con fe, valentía y la confianza que da saber quién es el Verdadero Autor… ¡y que El aún no ha terminado con nosotros! Gracias.