By MOST REV. JOSEPH M. SIEGEL
The Bishop's Corner
Editor’s note: The Spanish translation of this column appears below.
On Catechetical Sunday, which is Sept. 19 this year, we have the opportunity to thank those who serve in the ministry of catechesis in our Catholic schools and parish religious education programs. As a Diocese, we owe these catechists a tremendous debt of gratitude for the time, energy and gifts they commit to helping form our children in our Catholic faith
Of course the primary responsibility of sharing the faith is entrusted to parents as the first and best catechists of their children. This is made clear in the Rite of Baptism for Children as the parents are exhorted repeatedly that they are responsible for passing-on their Catholic faith to their child, witnessing to Christ by word and example. Catholics see the family home as a “domestic Church,” a microcosm of the Universal Church, and it is here that the foundation of the child’s life of faith is established and nourished. The home is where parents are called to form their children in the faith through prayer, through teaching, through family life, and through service. I was blessed to have had parents who took this responsibility very seriously and the following reflections are drawn in part from my experience in my own family home.
Prayer is essential to the Christian life, and children need to learn to pray at home. What better teaching could there be than for children to witness their parents in prayer. This can include saying grace at meals, praying with them at bedtime, including them in the rosary and other devotions. Some of my earliest memories in life are of my mother praying the Rosary and of my father kneeling at the foot of the bed saying his night prayers. Crucifixes, statues of the saints and other religious images in the home provide children a reminder of God’s presence with them at all times and in all places. A joyful and active participation of the family at Mass each Sunday conveys the centrality of the Eucharist in the life of Catholics. There is a wise adage that says, “A family that prays together, stays together.”
As children grow older, there are more opportunities to teach them basic Catholic beliefs and practices. Reading Bible stories and the lives of the saints, and speaking with them about Jesus, teaching the Ten Commandments, all give them an early understanding of our Catholic faith before they begin formal instruction. When children start at a Catholic school or a religious education program, parents need to continue to be involved, following-up and reinforcing what is taught in those catechetical programs.
We know that home life has a big impact on children and their spiritual formation. How parents relate to each other and to their children play big parts in how they will view God and the Church. A strong Catholic family life in which each member is valued and respected, where there is open communication and interaction can help sustain children when they face challenges as they grow. Family traditions around religious holidays, family outings and vacations provide memories that will help last a lifetime. A strong family life is rich seed bed in which the faith can take root and flourish as children grow.
The home is also where children learn about charity and service. It starts with the patience and generosity shown by family members to one another. With parental guidance, works of service outside the home remind them of Jesus’ call to assist those less fortunate than themselves. This can include sacrificing for the poor as part of Lenten almsgiving, buying gifts for the needy at Christmas, assisting at a food pantry or soup kitchen, teaching children about the sanctity of life and donating to prolife organizations.
Part of home catechesis is also helping children learn about the wider community of faith in their parish. Flowing from the celebration of Sunday Mass, family participation in various parish ministries, organizations and activities brings children into regular contact with other families who make up the family of the Church. This exposure helps them to recognize that there are other families like theirs who are trying to live-out their baptismal calling as Catholics. This can be a source of encouragement and support, especially as young people move through their teen years.
Parents are entrusted by God and the Church to be the first and best catechists of their children in the home. This mission begins at a child’s baptism and continues for the rest of his or her life. May the Lord grant parents the graces they need to fulfill this vocation.
En el domingo catequístico, que este año es el 19 de septiembre, tenemos la oportunidad de agradecer a aquellos que sirven en el ministerio de la catequesis en los programas de educación religiosa de nuestras escuelas y parroquias católicas. Como diócesis, les debemos a estos catequistas una tremenda deuda de gratitud por comprometer su tiempo, energía y dones para ayudar a formar a nuestros niños en nuestra fe católica.
Por supuesto la responsabilidad principal de compartir la fe es encomendada a los padres como los primeros y mejores catequistas para sus hijos. Esto se esclarece en el Rito del bautismo para niños al exhortar a los padres repetidamente que ellos son responsables de transmitir su fe católica a sus niños, dando testimonio de Cristo en palabra y ejemplo. Los católicos ven el hogar de la familia como una “Iglesia doméstica,” un microcosmos de la Iglesia Universal, y es aquí que el cimiento de la vida de fe del niño se establece y se nutre. El hogar es donde los padres son llamados a formar a sus niños en la fe a por medio de la oración, por medio del aprendizaje, por medio de la vida de familia, y por medio del servicio. Yo fui bendecido al tener padres que tomaron esta responsabilidad muy seriamente y las siguientes reflexiones provienen en parte de mi experiencia en mi propio hogar familiar.
La oración es esencial para la vida cristiana, y los niños necesitan aprender a orar en el hogar. Qué mejor aprendizaje puede haber que aquel en el que los niños son testigos de sus padres en la oración. Esto puede incluir dar las gracias en las comidas, orar con ellos por las noches, incluirlos en el Rosario y otras devociones. Algunos de mis primeros recuerdos en la vida son los de mi madre orando el Rosario y los de mi padre arrodillado al pie de la cama diciendo sus oraciones nocturnas. Crucifijos, estatuas de los santos y otras imágenes religiosas del hogar les recuerdan a los niños de la presencia de Dios con ellos en todo momento y en todos los lugares. Una participación alegre y activa de la familia en la Misa cada domingo transmite la importancia de la Eucaristía en la vida de los católicos. Hay un refrán sabio que dice, “Una familia que ora junta, permanece unida.”
A medida que los niños crecen, hay más oportunidades de enseñarles las creencias y prácticas católicas básicas. Leer historias de la Biblia y la vida de los santos, y hablar con ellos sobre Jesús, enseñar los Diez Mandamientos, todo esto les da un temprano entendimiento de nuestra fe católica antes de que comiencen la instrucción formal. Cuando los niños comienzan en una escuela católica o en un programa de educación religiosa, los padres necesitan continuar estando involucrados, estar al día y reforzar lo que se aprende en esos programas catequísticos.
Sabemos que la vida del hogar tiene un gran impacto en los niños y en su formación spiritual. Cómo los padres se relacionan mutuamente y con los niños afecta en gran parte cómo ellos ven a Dios y a la Iglesia. Una vida de familia católica fuerte en la cual cada miembro es valorado y respetado, en donde hay una comunicación e interacción abierta puede ayudar a apoyar a los niños al padecer desafíos al crecer. Las tradiciones familiares alrededor de las fiestas religiosas, salidas familiares y vacaciones proveen memorias que les servirán a través de toda la vida. Una fuerte vida de familia es un lecho de siembra rico en el cual la fe puede echar raíces y florecer a medida que los niños crecen.
El hogar es también en donde los niños aprenden sobre la caridad y el servicio. Comienza con la paciencia y la generosidad que se demuestran entre si los miembros de la familia. Con la guía de los padres, los trabajos de servicio fuera del hogar les recuerda al llamado de Jesús de ayudar a los menos afortunados. Esto puede incluir el sacrificarse por los pobres como parte de la limosna cuaresmal, comprar regalos para los necesitados en la Navidad, ayudar o una despensa de comida o un banco de alimentos, ensenar a los niños acerca de la sacralidad de la vida y donar a organizaciones provida.
Parte de la catequesis del hogar es también ayudar a los niños a prender acerca de la comunidad de fe en sus parroquias. Partiendo desde la celebración de la Misa del domingo, la participación de la familia en varios ministerios parroquiales, organizaciones y actividades pone a los niños en contacto regular con otras familias que conforman la familia de la Iglesia. Esta exposición les ayuda a darse cuenta de que hay otras familias como las de ellos que estan tratando de vivir su llamado bautismal como católicos. Esto puede ser una fuente de estimulo y apoyo, especialmente a medida que la gente joven transita sus años de adolescencia.
A los padres les es encomendado por Dios y la Iglesia ser los primeros y mejores catequistas de sus niños en el hogar. Esta misión comienza en el bautismo del niño y continúa por el resto de su vida. Que el Señor les conceda a los padres las gracias que necesitan para cumplir esta vocación.