Re-introducing Christ to our culture — Re-introduciendo a Cristo a nuestra cultura

By Bishop Joseph M. Siegel

Bishop’s Corner

Editor’s note: The Spanish version of this article appears below the English.

Nota del editor: la versión en español de este artículo aparece debajo de la en inglés.

The question of the relationship between Catholic evangelization and culture has been discussed and studied a great deal in the Church since the time of Pope St. John Paul II. He called for a “new” evangelization, which is an attempt to re-engage the contemporary culture of the Western world that has become post-Christian. This effort is not about changing the eternal content of the Catholic faith, but finding ways to connect the faith to the people and culture of our times. From the time the Gospel was first preached by the apostles, the leaders of the faith have known that evangelization entails the process of encounter and engagement with cultures.

Archbishop Charles Chaput, Archbishop-emeritus of Philadelphia, has spoken and written a great deal about this issue over the years and much of what follows is drawn from his thought. He emphasizes that in order to carry out the mission of re-evangelization, we need to understand our culture from the inside out — its values and aspirations, its strengths and weaknesses, its positive and negative aspects. We need to always be on the lookout for new inroads, new avenues and openings for the Gospel; new ways to communicate Christ and to infuse the spirit of Catholicism into our culture.

In our time, the challenge is how to revitalize the faith in a de-Christianized world whose religious references are often reduced to secular celebrations of Christmas and Easter. In trying to evangelize, we confront the idea that “any one religion is as good as any other” and that people should keep their religious beliefs to themselves. It leads people to either not care about religion or to treat religion as something that is only a matter of personal experiences or preferences.

A new dedication to the evangelization of culture must start where Christ started. As individuals and as a Church, our evangelization must proclaim the Gospel as liberation, as the truth that sets men and women free from the bondage of sin and death. In the mystery of His becoming man, Christ showed us what humanity was meant to become. He showed us the transcendent dignity and destiny of each human person as a child of God.

In contrast, a widespread cultural attitude denies any special significance or dignity to the human person and this is reflected in so many of our laws and social policies. In response, our evangelization must aim to build a culture of respect for human life and dignity. Pope Francis often reminds us of the need to seek God’s Kingdom and His justice and peace, and to build a new world where life and creation is cherished.

First and foremost, to engage our culture and spread the faith we need well-formed, authentic Catholic witnesses who are living their faith and proclaiming it in every profession and walk of life. We need to resist the temptation to practice a “privatized” religion, to keep the faith to ourselves, which we only let out in church on Sundays. We must resist every pressure to relegate religious faith, morality and truth to the status of private opinion. The state of life in which we find ourselves — students or workers, young or old, married or single, raising children or enjoying grandchildren — this is the mission territory that God has given each of us, where He has called us to proclaim Jesus Christ.

We should never allow respect for others’ freedom of conscience to be an excuse to remain silent about Christ. We need to constantly remind ourselves that the greatest love and service we can show to others is to share the Good News that they are loved by God and offered His salvation. Through our patient witness to Christ, we can be a leaven to open our culture to the purifying force of the Gospel.

If people of faith have the courage and will to do this, then we can begin to bring Christianity back into our culture. We can have a real impact on our society. “Behold, I stand at the door and knock,” Jesus says (Rev. 3:20). Let us strive to open every door in our culture to Jesus Christ and His Gospel.

 

Re-introduciendo a Cristo a nuestra cultura

Por el Obispo Joseph M. Siegel

El Rincón del Obispo

La pregunta de la relación entre la evangelización católica y la cultura ha sido discutida y estudiada en profundidad en la Iglesia desde la época del Papa San Juan Pablo II. Él abogó por una “nueva” evangelización, lo que es un intento de reanudar la cultura contemporánea del mundo occidental que se ha convertido en poscristiano. Este no es un esfuerzo de cambiar el contenido eterno de la fe católica, sino de encontrar formas de conectar la fe con la gente y la cultura de nuestros tiempos. Desde el tiempo en que el Evangelio fue predicado por primera vez por los apóstoles, los líderes de la fe han sabido que la evangelización implica el proceso del encuentro y compromiso con las culturas.

El Arzobispo Charles Chaput, Arzobispo-emérito de Filadelfia, ha hablado y escrito en profundidad acerca de este tema a través de los años y mucho de lo que se presenta a continuación es tomado de su pensamiento. Él enfatiza que para llevar a cabo la misión de re-evangelización, necesitamos entender nuestra cultura desde adentro hacia afuera — sus valores y aspiraciones, sus fortalezas y debilidades, sus aspectos positivos y negativos. Siempre necesitamos estar alertas de nuevos avances, nuevas avenidas y aperturas para el Evangelio; nuevos caminos para comunicar a Cristo e infundir el espíritu del catolicismo en nuestra cultura.

En nuestro tiempo, el desafío es cómo revitalizar la fe en un mundo de-cristianizado cuyas preferencias religiosas a menudo se reducen a celebraciones seculares de Navidad y Pascua. Al tratar de evangelizar, nos confrontamos a la idea de que “cualquier religión es tan buena como la otra” y que la gente debe guardarse sus creencias religiosas. Esto lleva a que a la gente no le importe la religión o a que trate la religión como algo que es solamente una cuestión de experiencias o preferencias personales.

Una nueva dedicación a la evangelización de la cultura debe comenzar dónde Cristo comenzó. Como individuos y como Iglesia, nuestra evangelización debe proclamar el Evangelio como liberación, como la verdad que libera a hombres y mujeres del sometimiento del pecado y la muerte. En el misterio de Su hacerse hombre, Cristo nos mostró en lo que la humanidad estaba llamada a convertirse. Él nos mostró la dignidad y el destino trascendental de cada persona humana como hija de Dios.

En cambio, una extensa actitud cultural niega cualquier significado especial o dignidad a la persona humana y esto se refleja en tantas de nuestras leyes y políticas sociales. En respuesta, nuestra evangelización debe apuntar a construir una cultura de respeto por la vida humana y la dignidad. El Papa Francisco a menudo nos recuerda de la necesidad de buscar el Reino de Dios y Su justicia y paz, y construir un nuevo mundo en donde la vida y la creación sean apreciadas.

Primero y principal, para vincular nuestra cultura y propagar la fe necesitamos testigos católicos bien formados, auténticos, que estén viviendo su fe y proclamándola en todas las profesiones y caminos de la vida. Necesitamos resistir la tentación de practicar una religión “privatizada,” de guardarnos la fe para nosotros mismos, la cual solamente revelamos en la iglesia los domingos. Debemos resistir cada presión de relegar la fe religiosa, la moralidad y la verdad a la condición de opinión privada. El estado de vida en que nos encontramos — estudiantes o trabajadores, jóvenes o viejos, casados o solteros, criando niños o disfrutando nietos — es la misión territorio que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, en donde Él nos ha llamado a proclamar a Cristo Jesús.

Nunca debemos permitir que el respeto por la libertad de conciencia de los demás sea una excusa para guardar silencio acerca de Cristo. Necesitamos recordarnos a nosotros mismos constantemente que el amor más grande y el servicio que podemos mostrar a los demás es el compartir la Buena Noticia de que son amados por Dios y les es ofrecida Su salvación. A través de nuestro ser testigos pacientes de Cristo, podemos ser una levadura para abrir nuestra cultura a la fuerza purificadora del Evangelio.

Si la gente de fe tiene el coraje y la voluntad de hacer esto, entonces podemos traer el cristianismo de vuelta a nuestra cultura. Podemos tener un impacto real en nuestra sociedad. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo,” dice Jesús (Rev. 3:20). Luchemos por abrir cada puerta en nuestra cultura a Cristo Jesús y Su Evangelio.