By Father Juan Ramirez
Because I am Catholic
Editor’s note: The Spanish version of this column appears below.
At every Mass, we hear the words of Jesus: “Do this in memory of me.” These words come from the oldest biblical text on the Eucharist in Paul’s first letter to the Corinthians. The celebration of the Eucharist calls us to remember. And I want to share four things that we are called to remember.
First, in the eucharist we remember that we live in a covenant relationship with God; we hear it at every celebration of the Eucharist: “This is the chalice of my blood, the blood of the new and eternal covenant.”The people of God first came into a covenant relationship with God as they were freed from oppression in Egypt. The true God is revealed as being personally concerned for human suffering and chooses a suffering people to be the channel of his self-revelation to the world. The memory of this revelation for the people of God of the old covenant was the feast of Passover; but as the letter to the Hebrews says: “Jesus now is mediator of a new covenant.” At the final Passover celebration with the disciples, Jesus established a new covenant feast. The Eucharist now calls us to remember that the resurrection of Jesus has established a new order of power in the world.
Second, in the Eucharist, we remember our need to open ourselves to the power of God. Renewing our covenant with the Lord should be, for us, a moment of decision every single week. It is true that the power of the kingdom promised by Jesus is moving in the world; but am I living in that power? Do I really see that power operating in my life?
Third, the Eucharist calls us to remember the history of violence that we all share as members of the human race. Some people have rejected Christianity because they feel that it is a religion of violence. They have heard that the Cross is God's punishment of Jesus for the sins of humanity. God is vindictive and needs to punish someone for sin, so Jesus offers to take that punishment on himself. I once heard a theologian call this cosmic child abuse, God inflicting violence on his own Son. But this is a misunderstanding. The Eucharist is, indeed, a sacrifice, but it is not a sacrifice that is required by God. It is a sacrifice that is the maximum expression of our history of human violence.
The religious and political powers of the world collaborated in the assassination of Jesus – in the name of preserving social order and their own power. Jesus allowed himself to become a victim of human violence. And he is vindicated by God by being raised from the dead. The memory of this sacrifice should make us a bit uncomfortable, then. We're called to remember that this can always happen again. Any person or group of people anywhere can be made a scapegoat so that the order of power can be preserved, and any of us can fall into being part of supporting systems that marginalize people and disrespect human dignity.
Fourth, in the Eucharist, we remember our call to mission as church, to be the sacrament of the unity of humanity. The Eucharist concludes with a meal of communion. Communion is the life of the Trinity, God as communion of Persons – and that is what we share.
So, we are called to be instruments of unity in everything that we do. The Eucharistic Prayer concludes with a sign of peace and a prayer for peace but not just any peace, the peace that only a relationship with Jesus can bring. “lord Jesus, you said to your disciples, peace I leave you my peace I give you so look not on our sins but on the faith of your church and grant us peace and unity in accordance with your will.”
So, we come to the Eucharist to give thanks that our spiritual journey has brought us to the point that we know the love of God and we know our human destiny as people of God to be witnesses to love.
Father Juan is Parochial Vicar at Our Lady of Hope Parish in Washington.
La Eucaristía nos llama a recordar
Padre Juan Ramirez
Porque soy Catolico!
En cada Misa escuchamos las palabras de Jesús: <Hagan esto en memoria mía.> Estas palabras provienen del texto bíblico más antiguo sobre la Eucaristía en la primera carta de Pablo a los Corintios. La celebración de la Eucaristía nos invita a recordar cuatro cosas que quiero compartir.
Primero, en la eucaristía recordamos que vivimos en una relación de alianza con Dios; lo oímos en cada celebración de la Eucaristía: <este es el cáliz de mi sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna.>El pueblo de Dios entró por primera vez en una relación de alianza con Dios cuando fueron liberados de la opresión en Egipto. El verdadero Dios se revela personalmente preocupado por el sufrimiento humano y elige a un pueblo que sufre para que sea este pueblo el canal de su autorrevelación al mundo. El recuerdo de esta revelación para el pueblo de Dios de la antigua alianza era la fiesta de la Pascua, pero como dice la carta a los Hebreos: Jesús ahora es mediador de una nueva alianza. En la celebración final de la Pascua con los discípulos, Jesús estableció una fiesta de la Nueva Alianza. La Eucaristía ahora nos llama a recordar que la resurrección de Jesús ha establecido un nuevo orden en el poder para el mundo.
Segundo, en la Eucaristía recordamos nuestra necesidad de abrirnos al poder de Dios. Renovar nuestra alianza con el Señor debe ser para nosotros un momento de una decisión personal de cada domingo. Es cierto que el poder del reino prometido por Jesús se está moviendo en el mundo, pero ¿estoy viviendo en ese poder, realmente veo ese poder operando en mi vida?
Tercero, la Eucaristía nos llama a recordar la historia de violencia que todos compartimos como miembros de la raza humana. Algunas personas han rechazado el cristianismo porque sienten que es una religión de violencia. Han oído que la Cruz es el castigo de Dios a Jesús por los pecados de la humanidad. Dios es vengativo y necesita castigar a alguien por el pecado, entonces Jesús se ofrece a tomar ese castigo sobre sí mismo. Una vez escuché a un teólogo llamar a este abuso infantil cósmico, Dios infligiendo violencia sobre su propio Hijo. Pero esto es un malentendido, la Eucaristía sí es un sacrificio, pero no es un sacrificio requerido por Dios, es un sacrificio que es la máxima expresión de nuestra historia de violencia humana.
Los poderes religiosos y políticos del mundo colaboraron en el asesinato de Jesús, en nombre de la preservación del orden social y de su propio poder. Jesús se permitió convertirse en víctima de la violencia humana, pero es vindicado por Dios al resucitar de entre los muertos. El recuerdo de este sacrificio debería incomodarnos un poco. Estamos llamados a recordar que esto siempre puede volver a ocurrir, cualquier persona o grupo de personas en cualquier lugar puede ser un chivo expiatorio, para que se preserve el orden del poder, y cualquiera de nosotros puede caer en ser parte de sistemas de apoyo que marginan personas y no respetan la dignidad humana.
Cuarto, en la Eucaristía recordamos nuestro llamado a la misión como Iglesia, a ser sacramento de la unidad de la humanidad. La Eucaristía concluye con la Comunión. La Comunión es la vida de la Trinidad, Dios como comunión de Personas y eso es lo que compartimos.
Por lo tanto, estamos llamados a ser instrumentos de unidad en todo lo que hacemos. La Plegaria Eucarística concluye con un signo de paz y una oración por la paz, pero no cualquier paz, la paz que sólo puede traer una relación con Jesús. <Señor Jesús, dijiste a tus discípulos, la paz te dejo, mi paz te doy, no mires nuestros pecados, sino la fe de tu iglesia y concédenos la paz y la unidad de acuerdo con tu voluntad.>
Entonces, venimos a la Eucaristía para dar gracias porque nuestro camino espiritual nos ha llevado al punto de que conocemos el amor de Dios y conocemos nuestro destino humano como pueblo de Dios para ser testigos su amor.
Padre Juan es Vicario Parroquial en la Parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza en Washington.