The healing presence of Christ – ¡Porque soy católica!

By Sandra Bazaldua

BECAUSE I AM CATHOLIC!

Editor’s note: The Spanish version of this column appears below the English.

A few months ago, I started listening to a podcast titled "The Corner of Errors." This is led by a psychologist; in it, you can hear public figures (actors, singers, writers, etc.) speak freely about those mistakes that transformed their lives. As you listen to the episodes that are narrated, you begin to understand a little of the actions of those people, as well as to identify yourself in various wounds that you might have in common; and how these wounds are the ones that lead us to fall into various mistakes throughout our lives.

I have managed to notice something in common with all those who are on the program. They are all in a constant search for peace. They express having achieved a change in their feelings and in their actions when they managed to forgive or let go of situations that led them there. They also discuss their years of therapy; their search for something spiritual; meditation sessions; trips and / or consultations; and even medications that they have had to go through to achieve it.

Listening to them speak, I realize that I share many of their fears, frustrations, mistakes and wounds. But unlike therapies, psychologists, psychiatrists, meditations, etc., I have only had to seek God. Curiously, we have achieved the same result, and we have reached the same point, which is to learn to love myself, love others and forgive, and so achieve peace. God, through his word and his body, has managed to heal in me any wound of the past, and he has allowed me to be more aware of my actions and understand that I can have many negative feelings (because I am human) but that I should not contemplate them, consent them or act on them I must go further and wrap them with love; love that he himself gives me.  I have learned to understand that, as children of God, we are called to be saints; but also, by our human nature, we are tempted to sin constantly and that it is a constant struggle. But God and his love can fight by our side shoulder-to-shoulder. We just need to let him into our lives, allow him to take control of them and join him in the Eucharist.

"He who eats my body and drinks my blood lives united to me, and I live united to him"  (John 6:56). How many times at Mass, in a retreat, in a prayer or adoration of the Blessed Sacrament,  have we heard this verse that tells us so much and that many times we fail to understand, in all its capacity? When G tells us that he will remain in us, perhaps many of us can hear it in a very superficial way; perhaps we are so used to receiving his body every Sunday that we stop giving him the true meaning that he has in our lives. We do not stop to see it for what it really is, that this small action of taking his body transforms us. Having the opportunity to eat his body has been, for me, the greatest fulfillment of being Catholic.

Sandra Bazaldua serves as Coordinator of Hispanic Ministry at Evansville’s Holy Rosary Parish.

 

Hace unos meses, comencé a escuchar un podcast titulado "La esquina de los errores". Este es dirigido por un psicólogo; En él, se puede escuchar a figuras públicas (actores, cantantes, escritores, etc.) hablar libremente sobre aquellos errores que transformaron sus vidas. A medida que escuchas los episodios que se narran, comienzas a comprender un poco las acciones de esas personas, así como a identificarte en varias heridas que podrías tener en común; y cómo estas heridas son las que nos llevan a caer en diversos errores a lo largo de nuestra vida.

He logrado notar algo en común con todos los que están en el programa. Todos están en una búsqueda constante de paz. Expresan haber logrado un cambio en sus sentimientos y en sus acciones cuando lograron perdonar o soltar las situaciones que los llevaron ahí. También hablan de sus años de terapia; su búsqueda de algo espiritual; sesiones de meditación; viajes y/o consultas; e incluso medicamentos por los que han tenido que pasar para lograrlo.

Al escucharlos hablar, me doy cuenta de que comparto muchos de sus miedos, frustraciones, errores y heridas. Pero a diferencia de las terapias, psicólogos, psiquiatras, meditaciones, etc., yo sólo he tenido que buscar a Dios. Curiosamente, hemos logrado el mismo resultado, y hemos llegado al mismo punto, que es aprender a amarme a mí mismo, amar a los demás y perdonar, y así lograr la paz. Dios, a través de su palabra y su cuerpo, ha logrado sanar en mí cualquier herida del pasado, y me ha permitido ser más consciente de mis acciones y entender que puedo tener muchos sentimientos negativos (porque soy humano) pero que no debo darles cabida, consentirlos o dejarlos actuar, sino debo ir más allá y envolverlos con amor; amor que Él mismo me da. He aprendido a entender que, como hijos de Dios, estamos llamados a ser santos; Pero también, por nuestra naturaleza humana, estamos tentados a pecar constantemente y que es una lucha constante. Pero Dios y su amor pueden luchar con nosotros, hombro con hombro. Solo necesitamos dejarlo entrar en nuestras vidas, permitirle tomar el control de ellas y unirse a él en la Eucaristía.

"El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él" (Juan 6:56). ¿Cuántas veces en la Misa, en un retiro, en una oración o adoración del Santísimo Sacramento, hemos escuchado este versículo que nos dice tanto y que muchas veces no entendemos, en toda su capacidad? Cuando  nos dice que permanecerá en nosotros, tal vez muchos de nosotros podamos escucharlo de una manera muy superficial; quizás estamos tan acostumbrados a recibir su cuerpo todos los domingos que dejamos de darle el verdadero significado que tiene en nuestras vidas, no nos detenemos a verlo por lo que realmente es, que esta pequeña acción de tomar su cuerpo nos transforma. Tener la oportunidad de comer su cuerpo ha sido, para mí, la mayor satisfacción de ser católica.

Sandra Bazaldúa se desempeña como Coordinadora del Ministerio Hispano en la Parroquia del Santo Rosario de Evansville.