By MOST REV. JOSEPH M. SIEGEL
THE BISHOP’S CORNER
Editor’s note: The Spanish translation of Bishop Siegel’s column appears below the English version.
It is hard to believe that we are already well into the month of January. It seems like just yesterday we were happily bidding farewell to the troubles of 2020 and looking to a fresh start in 2021. Then, there were the New Year’s resolutions that we made – exercise, diet, more time for prayer, reading and family. Well, January has already had its own share of crises and challenges, but what about the resolutions? If we haven’t already forgotten them, perhaps we have put them on the back burner for when we have more time, more energy - maybe during Lent. Our experience with these resolutions is a lesson on how hard it is to change habits and lifestyles.
Yet it is to just such change that we are called as followers of Christ. Jesus began his public ministry with a call to conversion. “Repent,” He proclaims, “for the kingdom of God is at hand” (Matt. 4:17). Christ was not calling people to just an external change, but a repentance that comes from the heart. Conversion literally means changing the direction of our lives so that we turn our whole perspective to God and put Him in charge. Of course, this is easier said than done. We tend to be independent. We want things to go our way, when we want them and how we want them. We want to decide what needs to be changed in our lives and on our own terms. But true repentance means letting go of our desire to control and letting God take over. True conversion is opening our hearts and lives to God so that He can show us what He wants for us, where He wants us to grow and develop, and what areas of sin we need to weed from our lives. Such openness takes a great deal of trust in God and a willingness to listen, to follow God’s promptings and to open ourselves to His grace. We need to ask for this trust and a listening heart in our daily prayer.
Each year and each day, Christ calls each of us to conversion and to follow Him as His disciples, to be witnesses to His Gospel. Ultimately, it is up to each of us to respond to His invitation. Will we follow Him with our whole heart, putting Him first before all else, or will we keep our faith at a distance, where we think we are comfortable and safe? Yet, if we don’t fervently embrace our call to follow Jesus and announce His message of love, compassion, justice and reconciliation in our daily lives, how will people hear the Gospel? If we don’t challenge ourselves and our world to embrace the light of conversion, truth, unity and peace, then how will people see their way out of the darkness? Our society and our nation need our witness now more than ever.
On Dec. 8, 2020, Pope Francis announced a special year dedicated to St. Joseph. St. Joseph is an example of a person like us who was asked by God to trust, to believe the unbelievable, namely that Mary, his betrothed, was carrying in her womb the Son of God, conceived by the Holy Spirit. As a man of faith, he accepted God’s word and His will, and took Mary as his wife and acknowledged her son as his own. He let go of the plans he undoubtedly had for himself, his marriage and his family life. He continued to follow God’s promptings in his life, fleeing to Egypt to evade Herod’s wrath, returning to Nazareth and even learning to deal with the unique challenge of raising a child who was the Messiah. Scripture does not record any of Joseph’s words, but his actions speak eloquently of his deep faith and trust in God. During this special year, along with the many opportunities for plenary indulgences, we are invited to seek more intently St. Joseph’s intercession and learn from his example of how to listen for God’s word and thus discern His will for us.
May we heed Christ’s call to repentance today – so that throughout this year of 2021, we may respond to His invitation to follow Him with our whole heart, soul, mind and body.
Hoy, escuchen a la voz del Señor
By MÁS REV. JOSEPH M. SIEGEL
EL RINCÓN DEL OBISPO
Es difícil de creer que ya estemos bien entrados en el mes de enero. Parece que fue ayer cuando felizmente despedíamos a los problemas del 2020 buscando un nuevo comienzo en 2021. Entonces, allí estaban las resoluciones del Año Nuevo que hicimos – ejercicio, dieta, más tiempo para la oración, la lectura y la familia. Bien, enero ya ha tenido su propia cuota de crisis y desafíos, pero ¿y qué hay de las resoluciones? Si todavía no las hemos olvidado, quizás las hemos dejado de lado para cuando contemos con más tiempo, más energía – tal vez durante la Cuaresma. Nuestra experiencia con estas resoluciones es una lección sobre lo difícil que es cambiar los hábitos y las formas de vida.
Sin embargo, este es justamente el cambio al que somos llamados como seguidores de Cristo. Jesús comenzó su ministerio público con un llamado a la conversión. “Arrepiéntanse,” Él proclama, “porque el reino de los cielos está cerca” (Mateo 4:17). Cristo no estaba llamando a la gente solamente a un cambio externo, sino a un arrepentimiento que viene del corazón. Conversión literalmente significa cambiar la dirección de nuestras vidas para dirigir toda nuestra perspectiva hacia Dios y ponerlo a Él a cargo. Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. Tendemos a ser independientes. Queremos que las cosas sean a nuestro modo, cuando las queremos y de la manera en que las queremos. Queremos decidir qué necesita ser cambiado en nuestras vidas y en nuestros términos. Pero el arrepentimiento verdadero significa dejar ir nuestro deseo de control y dejar que Dios tome el control. La conversión verdadera es abrirle nuestros corazones y vidas a Dios para que Él pueda mostrarnos lo que Él quiere para nosotros, donde Él quiere que nosotros crezcamos y nos desarrollemos, y qué áreas del pecado necesitamos podar de nuestras vidas. Dicha apertura lleva una gran dosis de confianza en Dios y una voluntad de escuchar, de seguir las indicaciones de Dios y de abrirnos a Su gracia. Necesitamos pedir por su confianza y por un corazón que escucha en nuestra oración diaria.
Cada año y cada día, Cristo llama a cada uno de nosotros a la conversión y a seguirlo a Él como Sus discípulos, a ser testigos de Su Evangelio. En definitiva, depende de cada uno de nosotros responder a Su invitación. ¿Lo seguiremos a Él con todo nuestro corazón, poniéndolo a Él primero ante todo lo demás, o mantendremos nuestra fe a la distancia, en donde pensamos que estamos cómodos y a salvo? Aún, si no aceptamos fervientemente nuestro llamado a seguir a Jesús y a anunciar Su mensaje de amor, compasión, justicia y reconciliación en nuestras vidas diarias, ¿cómo escuchará la gente el Evangelio? Si no nos desafiamos a nosotros mismos y a nuestro mundo a aceptar la luz de la conversión, la verdad, la unidad y la paz, entonces ¿cómo verá la gente su salida de la oscuridad? Nuestra sociedad y nuestra nación necesitan que seamos testigos ahora más que nunca.
El 8 de diciembre de 2020, el Papa Francisco anunció un año especial dedicado a San José. San José es un ejemplo de una persona como nosotros a quien Dios le pidió que confíe, que crea lo increíble, concretamente que María, su prometida, estaba llevando en su vientre el Hijo de Dios, concebido por el Espíritu Santo. Como hombre de fe, él aceptó la palabra de Dios y Su voluntad, y tomó a María por esposa y aceptó a su hijo como suyo propio. Él abandonó los planes que sin duda tenía para si mismo, su matrimonio y su vida en familia. Él continuó siguiendo las indicaciones de Dios en su vida, huyendo a Egipto para evadir la ira de Heródoto, retornando a Nazaret e inclusive aprendiendo a lidiar con el singular desafío de criar a un hijo que era el Mesías. Las escrituras no registran ningunas de las palabras de José, pero sus acciones hablan elocuentemente de su profunda fe y confianza en Dios. Durante este año especial, junto con las muchas oportunidades de indulgencias plenarias, estamos invitados a buscar con más intención la intercesión de San José y aprender de su ejemplo de cómo escuchar la palabra de Dios y así discernir Su voluntad para nosotros.
Acatemos el llamado de Cristo al arrepentimiento hoy – para que a lo largo de este año 2021, podamos responder a Su invitación de seguirlo a Él con todo nuestro corazón, alma, mente y cuerpo.