By Bishop Joseph M. Siegel
The Bishop’s Corner
Editor’s note: The Spanish version of this article appears below the English.
Nota del editor: la versión en español de este artículo aparece debajo de la en inglés.
How does the Church envision the role of the lay faithful? The answer is most clearly expressed in the documents of the Second Vatican Council, especially the “Dogmatic Constitution on the Church (Lumen Gentium)” and the “Decree on the Apostolate of the Laity (Apostolicam Actuositatem).”
These documents explain that, through baptism, the laity share in the common priesthood of the faithful. Although essentially different from ordained priesthood, the common priesthood also participates in the one priesthood of Jesus Christ and the lay faithful primarily exercise it by being witnesses of Christ in the world. Rooted in the celebration of the Eucharist and the other sacraments, deepened by ongoing formation in the faith and enriched by the life of the parish community, the laity are then charged to “Go announce the Gospel of the Lord” beyond the church doors. The world, then, is the focus of the lay apostolate. The secular sphere is their mission field.
Certainly every lay Catholic should be involved with his or her parish community. In fact, on this Catechetical Sunday, we recognize and celebrate the essential work of our catechists. However, the parish should not be the primary place where the laity (unless they are employed by the Church) spend most of their time and energy to advance the mission of the Gospel.
Theirs is the call to be leaders in the work of evangelization in the home, workplace and community. It means intentionally seeking to lead others to Christ, first by example and then by invitation. Those “others” may be family or friends who have fallen away from the practice of the faith, or they may be those you encounter in various circumstances who have no faith but in whom you detect a desire for something more in their lives, a restlessness that only a relationship with Christ in the Church can truly satisfy. For the lay faithful, this is what it means to fulfill the Great Commission given by Christ “to make disciples of all nations.”
Such outreach takes courage and all the other Gifts bestowed by the Holy Spirit in Confirmation. It entails being the light of the world, of being willing to be clearly known as a Catholic so that others may approach you and seek to know the reason for your joy and hope. This requires being well-formed in the faith so you are able to respond to questions and clarify misconceptions. It also entails a willingness to accept the risk of rejection and ridicule for the sake of the Gospel.
This kind of lay leadership in the apostolic work of Evangelization is essential now more than ever. It is a call to servant leadership, which takes place wherever God places you. It may be as a CEO or in public service; a parent or grandparent; a factory worker or office administrator; a teacher or student. In every situation, you are called to be Catholic leaders by living and sharing your faith, bringing Christ and the Church wherever you go.
The authentic character of the lay vocation, then, is for the laity to insert themselves into the fabric of society, renewing the world for Christ from the inside out. Bishops and priests have the primary role within Diocesan structures and parishes to work to sanctify their people through worship and prayer and to equip and empower them to be effective missionary disciples. It is primarily the laity’s role to then go out into the world in every area of secular life.
What is the role of the lay faithful in the Church? Your baptismal vocation is to be formed by Word and Sacrament, to deepen your faith through prayer and study, and then to engage the world with faith, hope and love so as to make all things new in Christ.
¿Cuál es el rol del laicado?
Por el Obispo Joseph M. Siegel
El Rincón del Obispo
¿Cómo visualiza la Iglesia el rol de los fieles laicos? La respuesta se expresa más claramente en los documentos del Concilio Vaticano II, especialmente en la “Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium)” y el “Decreto sobre el Apostolado de los Laicos” (Apostolicam Actuositatem).”
Estos documentos explican que, a través del bautismo, los laicos participan del sacerdocio común de los fieles. Aunque esencialmente diferente del sacerdocio ordenado, el sacerdocio común también participa del sacerdocio de Jesucristo y los fieles laicos lo ejercen principalmente siendo testigos de Cristo en el mundo. Arraigados en la celebración de la Eucaristía y los demás sacramentos, profundizados por la formación continua en la fe y enriquecidos por la vida de la comunidad parroquial, los laicos tienen el encargo de “Ir a anunciar el Evangelio del Señor” más allá de las puertas de la iglesia. El mundo, entonces, es el foco del apostolado laico. La esfera secular es su campo misionero.
Ciertamente todo católico laico debería involucrarse con su comunidad parroquial. De hecho, en este Domingo Catequético reconocemos y celebramos la labor esencial de nuestros catequistas. Sin embargo, la parroquia no debe ser el lugar principal donde los laicos (a menos que sean empleados de la Iglesia) dedican la mayor parte de su tiempo y energía para promover la misión del Evangelio.
De ellos es el llamado a ser líderes en la obra de evangelización en el hogar, el lugar de trabajo y la comunidad. Significa buscar intencionalmente llevar a otros a Cristo, primero con el ejemplo y luego mediante la invitación. Esos “otros” pueden ser familiares o amigos que se han alejado de la práctica de la fe, o pueden ser aquellos que se encuentran en diversas circunstancias y que no tienen fe pero en quienes se detecta un deseo de algo más en sus vidas, una inquietud que sólo una relación con Cristo en la Iglesia puede en verdad satisfacer. Para los fieles laicos, esto es lo que significa cumplir la Gran Comisión dada por Cristo de “hacer discípulos de todas las naciones”.
Tal alcance requiere valor y todos los demás Dones otorgados por el Espíritu Santo en la Confirmación. Implica ser la luz del mundo, estar dispuesto a ser conocido claramente como católico para que otros se acerquen a usted y busquen conocer el motivo de su alegría y esperanza. Esto requiere estar bien formado en la fe para poder responder preguntas y aclarar conceptos erróneos. Implica también la voluntad de aceptar el riesgo de rechazo y ridículo por el bien del Evangelio.
Este tipo de liderazgo laico en la obra apostólica de Evangelización es esencial ahora más que nunca. Es un llamado al liderazgo de servicio, que se lleva a cabo dondequiera que Dios le coloque. Puede ser como director ejecutivo o en el servicio público; un padre o abuelo; un trabajador de una fábrica o un administrador de oficina; un profesor o estudiante. En cada situación, están llamados a ser líderes católicos viviendo y compartiendo su fe, llevando a Cristo y a la Iglesia dondequiera que vayan.
El carácter auténtico de la vocación laical, entonces, es que los laicos se inserten en el tejido de la sociedad, renovando el mundo para Cristo desde adentro hacia afuera. Los obispos y sacerdotes tienen el rol principal dentro de las estructuras y parroquias diocesanas de trabajar para santificar a sus fieles a través del culto y la oración y de equiparlos y empoderarlos para que sean discípulos misioneros eficaces. Les corresponde principalmente a los laicos entonces salir al mundo en todos los ámbitos de la vida secular.
¿Cuál es el rol de los fieles laicos en la Iglesia? Su vocación bautismal es ser formados por la Palabra y el Sacramento, profundizar su fe a través de la oración y el estudio, y luego involucrarse en el mundo con fe, esperanza y amor para hacer todas las cosas nuevas en Cristo.