Catholic schools: Forming future saints – Escuelas católicas: Formando futuros santos

By BISHOP JOSEPH M. SIEGEL

THE BISHOP’S CORNER

Editor’s Note – The Spanish translation appears below the English.

Next week, we will celebrate Catholic Schools Week here in the diocese and around the country. Catholic parochial schools have been a vibrant presence in the United States from 1809, when St. Elizabeth Seton founded the first school in Emmitsburg, Maryland. Since then, countless students have been formed in the Catholic faith in these institutions. Although I grew up on a farm a distance from town, I was blessed that my parents made the sacrifice, both in effort and finances, to provide my siblings and me with 12 years of Catholic education.

It has often been said Catholic schools teach more than just the three “Rs.” Beyond the normal academic subjects, we aim to teach the children entrusted to our care to become holy, to become saints, as expressed by our 2021-22 theme, “Saints in the Making.” Catholic schools aim to assist parents in the responsibilities they accepted at their child’s baptism, namely to lead their sons and daughters to Jesus by word and example, and to raise them in the Catholic faith.  Through the years of Catholic education, our schools help students to encounter Jesus, to be prepared to live, share and defend their faith, to know their vocation and to become the persons God has called them to be.

Now, this might sound like a lot of pious talk – and someone may ask, “Is this going to prepare the kids for the “real world?” I would answer that, without knowing Christ, without being formed in His teaching and nurtured by the sacraments, children are left defenseless when facing the challenges of the secular world and the counter-Gospel they will experience there. Without a firm grounding in the faith, young people are easily led down blind alleys by promises of immediate gratification in material things and pleasures.

Catholic Schools exist in our diocese because we want our children, our young people – and yes, their parents – to know Jesus Christ. However, our Catholic community does not exist as an end in itself. The Church is fundamentally an evangelical movement. She exists to show God to the world and, thus, she exists for others. Our diocese and our ministries, including Catholic schools, exist to spread Christ’s name and make Him loved by the witness of our lives. This is the essential mission of every one of our schools here in the Diocese of Evansville as they play a critical role in the evangelization of our families. From my experience, both as a pastor and a bishop, I have found that our Catholic Schools are one of the most direct and effective means to share our Catholic faith.

As the challenges of educating young people in an increasingly complex, confusing and secular society grow, we are blessed to have, in Indiana, a generous scholarship program that allows parents to direct their education dollars to a school of their choice. We thank our state legislators for recognizing the right of parents to send their sons and daughters to schools that best serve their needs, and for providing for these vouchers to them.  Without this program, Catholic education would be beyond the financial reach of many of our families.

As we observe Catholic Schools Week, I want to recognize and thank our teachers, administrators and priests for their work with our young people. These dedicated individuals are committed to making the most of the opportunities made possible by the sacrifices of parents, parishes and state assistance to provide the best possible Catholic education. Even as we work to ensure academic excellence in our schools, our first priority is always to make sure that Catholic teaching, identity and values are infused in all aspects of our students’ experience.

Ultimately, parents want to give their children all that they need for a good and happy life. But they and all of us know that if we don’t give them God, we give too little. Our Catholic Schools partner with parents to help provide a foundation of faith, on which our young people can build for the rest of their lives. May St. Elizabeth Seton intercede for us, that we might have her fervor and dedication in forming our children in the Catholic faith.

 

Escuelas católicas: Formando futuros santos

OBISPO JOSEPH M. SIEGEL

EL RINCÓN DEL OBISPO

La próxima semana, celebraremos la Semana de las Escuelas Católicas aquí en la diócesis y alrededor del país. Las escuelas parroquiales católicas han sido una presencia vibrante en los Estados Unidos desde 1809, cuando Sta. Elizabeth Seton fundó la primera escuela en Emmitsburgo, Maryland. Desde entonces, numerosos estudiantes han sido formados en la fe católica en estas instituciones. A pesar de que yo crecí en una granja que estaba distanciada del pueblo, tuve la bendición de que mis padres hicieron el sacrificio, ambos de esfuerzo y financiero, de bridarnos 12 años de educación católica a mis hermanos y a mí.

Con frecuencia se ha dicho que las escuelas católicas enseñan más que solo las tres “Rs.” Más allá de las asignaturas académicas comunes, nos proponemos ensenarles a los niños encomendados a nuestro cuidado a que se conviertan en beatos, a que se conviertan en santos, como se expresa en nuestro tema de 2021-22, “Santos en Desarrollo.” Las escuelas católicas tienen por objetivo asistir a los padres con las responsabilidades que aceptaron en el bautismo de su niño o niña, es decir guiar a sus hijos o hijas hacia Jesús a través de la palabra y el ejemplo, y a criarlos en la fe católica. A través de los años de educación católica, nuestras escuelas ayudan a los estudiantes a encontrar a Jesús, a estar preparados para vivir, compartir y defender su fe, a conocer su vocación y convertirse en las personas que Dios los ha llamado a ser.

Ahora bien, esto puede sonar como una gran charla moralizadora — y alguien podría preguntar, “¿Preparará esto a los niños para el “mundo real”?” Yo respondería que, sin conocer a Cristo, sin ser formados en Sus enseñanzas y nutridos por los sacramentos, los niños quedan desprotegidos al enfrentar los desafíos del mundo secular y el contra-Evangelio que ellos experimentarán allí. Sin un fundamento firme en la fe, la gente joven puede ser llevada fácilmente a callejones sin salida con promesas de gratificación inmediata en cosas materiales y placeres.

Las escuelas católicas existen en nuestras diócesis porque queremos que nuestros niños, nuestra gente joven—y sí, sus padres—conozcan a Jesucristo.  Sin embargo, nuestra comunidad católica no existe como un fin en si misma. La Iglesia es fundamentalmente un movimiento evangélico. Ella existe para mostrar a Dios al mundo y, por consiguiente, ella existe para los demás. Nuestra diócesis y nuestros ministerios, incluyendo a las escuelas católicas, existen para difundir el nombre de Cristo y hacer que Él sea amado por el testimonio de nuestras vidas. Esta es la misión esencial de cada una de nuestras escuelas aquí en la diócesis de Evansville al desempeñar un papel crítico en la evangelización de nuestras familias. Desde mi experiencia, como pastor y obispo, yo he encontrado que nuestras escuelas católicas son uno de los medios más directos y efectivos para compartir nuestra fe católica.

A medida que los desafíos de educar a la gente joven en una sociedad cada vez más compleja, confusa y secular aumentan, somos bendecidos de tener, en Indiana, un programa de becas generoso que le permite a los padres dirigir sus dólares para la educación a la escuela de su elección. Agradecemos a nuestros legisladores de estado por reconocer el derecho de los padres de enviar a sus hijos e hijas a las escuelas que mejor sirvan sus necesidades, y por proveerles estos vouchers. Sin este programa, la educación católica estaría más allá del alcance financiero de muchas de nuestras familias.

Al celebrar la Semana de las Escuelas Católicas, yo quiero reconocer y agradecer a nuestros maestros, administradores y sacerdotes por su trabajo con nuestra gente joven. Estos individuos dedicados estan comprometidos a aprovechar al máximo las oportunidades que han sido posible gracias a los sacrificios de los padres, parroquias y asistencia del estado para proveer la mejor educación católica posible. Aún cuando trabajamos para asegurar la excelencia académica en nuestras escuelas, nuestra primera prioridad es siempre asegurarnos de que la enseñanza católica, la identidad y los valores son infundidos en todos los aspectos de la experiencia de nuestros estudiantes.

En definitiva, los padres quieren dar a sus hijos todo lo que necesitan para una vida buena y feliz. Pero ellos y todos nosotros sabemos que si no les damos a Dios, damos muy poco. Nuestras escuelas católicas se asocian con los padres para ayudar a proveer un fundamento de fe, sobre el cual nuestra gente joven puede construir por el resto de sus vidas. Que Sta. Elizabeth Seton interceda por nosotros, que tengamos su fervor y dedicación al formar a nuestros niños en la fe católica.