By Bishop Joseph M. Siegel
The Bishop’s Corner
Last March, in response to the serious health risks posed by the COVID-19 pandemic, the Bishops of Indiana dispensed the obligation for Catholics to attend Mass on Sundays and holy days. Thanks be to God, the health situation in our state has greatly improved over the past few months. With the decrease in cases and the widespread availability of the vaccine, public health officials have advised that we can now safely accommodate many more parishioners in our churches.
For that reason, the Bishops of Indiana have decided to lift the general dispensation from the obligation to attend Mass on Sundays and holy days. This change will take effect today, June 11, the Solemnity of the Sacred Heart of Jesus. Therefore, those who are healthy are obliged to return to Mass this weekend, June 12-13. As has always been the case, the obligation does not apply to the homebound; those who are sick; their caretakers; and others who are unable to attend Mass through no fault of their own. If you have any specific needs, questions or concerns regarding the obligation, please be sure to check with your pastor, administrator, priest moderator or parochial vicar, as they have the authority to dispense the obligation in individual cases.
At this pivotal moment, it is good to take time to reflect on what we as Catholics believe about the Eucharist; why it is so central in our lives; and why we are obliged to attend. The Church teaches that the Eucharist, as the source and summit of the Christian life, is at the heart of what it means to be Catholic and so it is at the heart of what every parish is and does. We believe that as we gather each Sunday to worship God by hearing the Word of God proclaimed and preached, and receive the Body and Blood, soul and divinity of our Savior in Holy Communion, the power and grace of Jesus’ sacrificial death and resurrection is made present to us. Through the celebration of the Mass, especially on Sundays, our parish communities are bound together in mutual and self-giving love with Christ and with one another. We are then sent forth, nourished by the Eucharist to live our faith in word, action and service.
Because the Sunday Eucharist is “at the heart of the Church’s life,” all Catholics are obliged to participate each week. More than just a man-made regulation, the obligation to attend Sunday Mass is a testimony of belonging and of being committed to Christ and to His Church. As we worship together, we witness to God’s holiness and our hope of salvation. We strengthen and support one another as we profess our common faith. As Sunday Mass is the foundation of our life as Catholics, it follows that we are obliged to share in it as we keep holy each Lord’s Day. (cf. Catechism of the Catholic Church 2177-2182).
As Masses are so readily available to us, we can be tempted at times to take the Eucharist for granted. We need to keep before us the example of countless Christians through the centuries, who, during times of persecution, have often had to go to extraordinary lengths and take great risks to share in the Mass and receive Communion. Whether in the catacombs or in Communist prisons, the Eucharist was the source of their hope and strength in time of great struggle and suffering.
They were willing to make these sacrifices because they believed, as we do, that when we participate in Mass and take the Holy Eucharist into ourselves, we are brought into communion with the great and inexplicable love of God. As Jesus offers us His body and blood under forms of bread and wine, He is not speaking just symbolically. Rather, He is inviting us to take His life into our very being, to share in the new covenant sealed by His blood, shed on the cross. To celebrate the Mass and receive Holy Communion is to receive the very life of the Risen Jesus Himself – to enter into the deepest union with God possible this side of heaven.
As the obligation is restored, I would strongly urge us all to rediscover the importance of Sunday Mass in our lives. Pray that the Holy Spirit renew in us the joy of gathering with our parish communities each week to worship God and receive Him in word and sacrament. May our Eucharistic faith shine forth in every home, in every parish, in every community and in every corner of this diocese. I firmly believe that if we profoundly reflect on what we celebrate and Whom we receive at every Mass, we will never freely choose to absent ourselves from the Eucharistic liturgy. Rather, we will find it a joyful obligation.
Mary, Mother of the Eucharist – Pray for us.
Una obligación alegre
Obispo Joseph M. Siegel
El Rincón del Obispo
En el pasado mes de mayo, en respuesta a los serios riesgos de salud planteados por la pandemia COVID-19, los Obispos de Indiana dispensaron la obligación de los católicos de asistir a la Misa los domingos y días santos. Gracias a Dios, la situación de la salud en nuestro estado ha mejorado en gran medida durante los últimos meses. Con la disminución de casos y la extendida disponibilidad de la vacuna, los oficiales de salud pública han aconsejado que ahora podemos acomodar sin riesgo a muchos más feligreses en nuestras iglesias.
Por esa razón, los Obispos de Indiana han decidido levantar la dispensación general de la obligación de asistir a la Misa los domingos y días santos. Este cambio se pondrá en efecto hoy, 11 de junio, la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Por lo tanto, aquellos que estén sanos están obligados a retornar a la Misa este fin de semana, 12-13 de junio. Como ha sido siempre el caso, la obligación no aplica para los confinados en su casa; aquellos que estén enfermos; sus cuidadores; y otros que estén imposibilitados de asistir a la Misa por razones ajenas a su voluntad. Si usted tiene alguna necesidad específica, preguntas o inquietudes sobre esta obligación, por favor asegúrese de chequear con su pastor, administrador, sacerdote moderador o vicario parroquial, ya que ellos tienen la autoridad de dispensar la obligación en casos individuales.
En este momento crucial, es bueno tomarse tiempo para reflexionar sobre lo que nosotros como católicos creemos acerca de la Eucaristía; porqué es tan central en nuestras vidas; y porqué estamos obligados a asistir. La Iglesia enseña que la Eucaristía, como la fuente y cumbre de la vida cristiana, está en el corazón de lo que significa ser católico y entonces está en el corazón de lo que cada parroquia es y hace. Nosotros creemos que al reunirnos cada domingo para venerar a Dios escuchando la Palabra de Dios proclamada y predicada, y al recibir el Cuerpo y la Sangre, el alma y la divinidad de nuestro Salvador en la Santa Comunión, el poder y la gracia de la muerte sacrificial y resurrección de Jesús se hacen presente en nosotros. A través de la celebración de la Misa, especialmente los domingos, las comunidades de nuestra parroquia están unidas en un amor mutuo y de auto entrega con Cristo y con los demás. Estamos entonces mandados, nutridos por la Eucaristía para vivir nuestra fe en palabras, acción y servicio.
Porque la Eucaristía del domingo está “en el corazón de la vida de la Iglesia,” todos los católicos están obligados a participar cada semana. Es más que una regulación hecha por el hombre, la obligación de asistir a la Misa del domingo es un testimonio de pertenencia y de estar comprometido con Cristo y Su Iglesia. Al venerar juntos, testificamos sobre la santidad de Dios y nuestra esperanza de salvación. Nos fortalecemos y apoyamos los unos a los otros al profesar nuestra fe en común. La Misa de los domingos es el cimiento de nuestra vida como católicos, por lo tanto, estamos obligados a compartir en esta para santificarlo cada Día del Señor. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica 2177-2182).
Como las Misas están tan al alcance nuestro, a veces podemos tentarnos a no valorar la Eucaristía. Necesitamos tener en cuenta los ejemplos de innumerables cristianos a través de los siglos, quienes, durante los tiempos de persecución, han tenido que llegar a extremos extraordinarios y a tomar grandes riesgos para compartir la Misa y recibir la Comunión. Tanto en las catacumbas como en las prisiones comunistas, la Eucaristía era la fuente de su esperanza y fuerza en tiempos de grandes luchas y sufrimientos.
Ellos estaban dispuestos a hacer estos sacrificios porque creían, como nosotros, que cuando participamos en la Misa y tomamos la Santa Eucaristía, nos ponemos en comunión con el gran e inexplicable amor de Dios. Como Jesús nos ofrece Su cuerpo y sangre bajo las formas del pan y el vino, Él no habla solo simbólicamente. Más bien, Él nos está invitando a tomar Su vida en nuestro propio ser, para compartir en la nueva alianza sellada por Su sangre, derramada sobre la cruz. Celebrar la Misa y recibir la Santa Comunión es recibir la propia vida del mismo Jesús Resucitado – entrar en la más profunda unión con Dios que nos sea posible en este lado del paraíso.
Al restaurar la obligación, yo urjo contundentemente a todos nosotros a redescubrir la importancia de la Misa del domingo en nuestras vidas. Oremos para que el Espíritu Santo renueve en nosotros la alegría de reunirnos con las comunidades de nuestra parroquia cada semana para venerar a Dios y recibirlo a Él en palabra y sacramento. Que nuestra fe eucarística brille en todos los hogares, en cada parroquia, en cada comunidad y en cada rincón de esta diócesis. Yo firmemente creo que si nosotros reflexionamos profundamente en lo que celebramos y en a Quien recibimos en todas las Misas, nosotros nunca elegiríamos libremente ausentarnos de la liturgia eucarística. Más bien, encontraríamos que es una obligación alegre.
María, Madre de la Eucaristía – Ora por nosotros.